Trova y algo más...

jueves, 30 de septiembre de 2010

No todo lo que brilla es...

Duele porque es cierto.

El Rubén Cortés escribió hace un par de días un artículo que tituló “No todo lo que brilla es UNAM”.

Yo, que soy orgullosamente UNAM, me agüité un tzingo, pero como también soy orgullosamente muy macho —con excepción de las veces en las que Araceli se pone como tintorera— pues me aguanté y no dije nada.

Me quedé calladito calladito, con la esperanza de verme más bonito... aunque sea por dentro...

Escribió el pinchi Cortés lo siguiente que viene enseguida a continuación (sorry, es que estoy enmuinado):

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El rector de la UNAM, José Narro, dice que hay que refundar la República porque no funciona. Sin embargo, es incapaz de controlar a 20 estudiantes que le impidieron antier realizar un acto solemne.

En la sala Miguel Covarrubias, la Conago reconocería a la máxima casa de estudios por su centenario, pero una turbilla tomó el estrado, disgustada porque “se decía que iba a estar” el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz.

Desde una orillita del escenario, el rector que exige cambiar el actual modelo de nación les pidió orden: “Le harán daño a la Universidad”.

Pero su autoridad no alcanzó para cambiar el modelo de comportamiento de los quejosos: “Se suspende el evento”.

El rector que, una semana antes se presentó, en sesión en el Congreso como representación de la calidad moral, no sólo de las instituciones de educación superior, sino de las buenas conciencias del país, no pudo poner orden en su propia casa.

“El actual modelo de organización nacional ya dio lo que podía, ya no nos sirve ni para vernos hacia afuera, ni resolver los problemas hacia adentro, y no sólo analizar la hacienda nacional o la parte política, sino también temas como la justicia, la educación y la cultura”, reclamó.

Parecería, en especial a los padres de la corrección política, una comparación desproporcionada, pero es en verdad una buena ocasión para constatar que la UNAM barre basura bajo la alfombra.

Los números de los que se ufana suelen ser espejismos.

Lo mostró, por ejemplo, el QS University Rankings (que agrupa a las mejores universidades), en el que bajó 32 lugares en un año: del lugar 190 de 2009, cayó al 222.

Durante los últimos cinco años se había ubicado en el Top 200, como la mejor universidad de Latinoamérica.

El gran llamado de alarma lo dio la semana pasada una de las personas con mayor autoridad para hacerlo: la antropóloga Linda Rosa Manzanilla, al instante de ser galardonada con el Doctorado Honoris Causa por el propio rector Narro.

Frente a los 16 condecorados, denunció que la tercera parte de académicos de la UNAM no trabajan y ocupan plazas vitalicias, a pesar de sus evaluaciones negativas y ni siquiera cumplen con lo que escasamente se les pide para percibir un sueldo que sale del erario.

“Dedican su tiempo a destruir la vida de los demás”, sentenció la eminente antropóloga, porque “la UNAM está dividida por intereses políticos de personas que no han entendido que entre las fortalezas primordiales está la diversidad de pensamiento, opiniones y ópticas”.

Eso es lo que debería resolver el rector Narro, antes de tratar de refundar a México.

Y poder controlar a una turbita de 20 alborotadores dentro de su propia casa. (Fin finito final).

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Pues ni pex, dijo el andrex… y uno qué le va a hacer, sino seguir aguantando a los alborotadores… ¿qué no? porque la democracia y la tolerancia permiten eso y más…

Y como dice el Condorito: ¡Plop, ca’ón…!

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La realidad es una telaraña...

Según Nietzsche (aquel chinche alemán que en 1879, después de un declive de salud, se vio forzado a abandonar su puesto como profesor, y es que ha de saber usted que desde su juventud —la de Nietzsche, no la de usted, no se haga, eh— había padecido frecuentes momentos de debilidad generalizada, con épocas de carencia visual que rozaba la ceguera, fuertes migrañas, y violentos ataques estomacales, condiciones persistentes que se agravaron al caerse de un caballo en 1868, lo que detonó finalmente —a la altura de su 44 cumpleaños— en un colapso mental que lo marginó de toda actividad), la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos.

Luego entonces, si tomamos como cierto lo dicho por Friedrich Wilhelm —que así se llamaba Nietzsche—, todos aquellos que no han sabido cultivar ya por infortunio, ya por desidia, ya por decisión la habilidad innata de la imaginación, están condenados a repetir no sólo las palabras sino la conducta de vida impuesta por otros, en una amenidad obscena que hoy por hoy hemos llamado manipulación, y que se da en diferentes escalas y a través de diversas herramientas, incluidos por supuesto los medios de comunicación y los sistemas políticos, educativos y religiosos, que inseminan sus particulares dosis de verdad entre la ciudadanía desprotegida con fines casi siempre canallescos.

Y, bueno, tocado el punto de la verdad, el mismo Nietzsche se preguntaba: “¡Ficken! ¿Qué es entonces la verdad, sino una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos; en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes? Es sabido, pues que las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal gacho”. ¡Voy, que te quedó jabón!

Yo, que ni soy marinero ni filósofo ni alemán, me pregunto con el mismo ahínco: ¿Acaso es por eso que se dice que el edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese metafórico origen, habida cuenta que se basa en verdades en comprobación constante?

“Pudiera ser, cochito me respondió un sábado el Polacas© en la mesa 6 del Pluma Blanca, y agregó ya a medios chiles—: y quizá por ello el hombre, como animal social, ha adquirido el compromiso moral de mentir gregariamente, pero con el tiempo y el uso inveterado de ese recurso mediático se ha olvidado de su situación, por tanto miente inconscientemente, y en virtud de hábitos seculares y precisamente en virtud de la inconsciencia de este olvido, adquiere el sentimiento de verdad”, y luego se empinó la caguama, lo que me dio así como asquito, por lo que hube de otra pedir, mientras que nuestro filósofo local, ya en calidad de distribuidor vial en construcción, emitió su característica risa de hiena. En fin…

Jenófanes escribió a finales del siglo VI a.C.: "Por lo que respecta a la verdad absoluta ningún hombre ha sido capaz de llegar a ella, ni nadie lo logrará, ni tan siquiera los dioses, ni nada de lo que yo diga conseguirá alcanzarla, y ya que en el supuesto de que alguien lo logrará, nunca tendría constancia de haberlo conseguido. La realidad no es más que una telaraña entretejida con conjeturas".

No, pues Jonófanes si estaba ca’ón y bonito, eh…

Para él, pues, toda idea tenida por cierta podría sustituirse por otra que estaría más próxima a la verdad absoluta. O sea, qué fácil…

Desafortunadamente, después de tanto tiempo de estar sujetos a mentiras y desinformación, los pocos chances de que la sociedad pueda superar la programación social y cultural tornan el asunto algo difícil, pero no imposible: algo así como que el Cruz Azul le gane al América el domingo… digo: la filosofía abre las posibilidades hasta para eso, aunque en términos reales las cosas parezcan una cruzada calderoneana… por decir lo menos.

Los agentes de operaciones psicológicas son maestros en desencadenar programas emocionales para que la gente duerma. Como un estudiante del tema, Robert Canup —compadre del Polacas©, ciertamente— dijo que el 99% de todos los problemas que la humanidad enfrenta, son producto de una simple causa: el problema de la mentira verosímil.

Nuestro mundo parece haber sido invadido por individuos para quienes la visión de la vida y del amor es tan drásticamente diferente de lo establecido por la norma hace mucho tiempo, que estamos mal preparados para tratar con las tácticas de lo que Roberto Canup llama la "mentira verosímil.”

Como él lo demuestra, la filosofía de la "mentira verosímil" ha alcanzado los sectores legal y administrativo de nuestro mundo, convirtiéndolos en máquinas dentro de las cuales los seres humanos con emociones verdaderas son destruidos.

Los seres humanos han sido acostumbrados a asumir que otros seres humanos -por lo menos- están intentando "hacer el bien" y "ser buenos" y justos y honestos. Y por eso, muy a menudo no nos tomamos el tiempo necesario de hacer una investigación profunda para determinar si una persona que ha entrado en nuestras vidas es, de verdad, una "buena persona."

Y cuando luego nace un conflicto, caemos automáticamente en la suposición cultural de que en cualquier conflicto, una de las partes tiene parcialmente razón de algún modo, y la otra de algún otro, y que podemos formarnos una opinión sobre qué parte está más o menos en lo correcto.

Y como llegado a este punto ya me perdí en el discurso, pues hasta aquí dejo lo que dije, y me arropo en esa otra “mentira verosímil” que más parece un mito fundacional: hoy es jueves; o sea, viernes chiquito, como para abrirle la puerta al fin de semana para decir salud, bicentenariamente hablando, claro está…

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¡Arriba esos corazones escépticos...

Supongo que, al igual que todos, el autor de esta columna creyó alguna vez en lo que los políticos prometían. Quizá lo creyó ciegamente. Tal vez a los ocho o nueve años. Pero algo sucede un día, algún mecanismo interno se quiebra o tal vez será que uno se va haciendo viejo con el tiempo y la ingenuidad se va perdiendo poco a poco. Uno se va endureciendo internamente (pues sí: con el colesterol, los triglicéridos y todas esas porquerías) y le va perdiendo la fe a casi todos los políticos, a sus discursos y a los partidos que los protegen por encima de todas sus fechorías. Y entonces la visión del mundo cambia radicalmente.

Acaso sea parte de una crisis generalizada en la que no sólo pueden hablar los estudiosos de los fenómenos sociales. No debemos asumir que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las cuestiones que afectan a la organización de la sociedad, pues muchas voces han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. El caso de los políticos es sólo una mancha en el lomo del tigre que somos todos.

Por ello se dice que es característico de tal situación que los individuos se sienten indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al que pertenecen y que son muchas veces indebidamente representados por individuos que buscan sólo la posición individual en las cámaras o en los principales cargos de la administración pública. O sea, la mayoría de los políticos.

Dice mi compadre Alberto Einstein que el hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana.

Dice, además, que durante su vida, el individuo adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de influencia.

Y, al contrario de aquella, es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la sociedad.

En pocas palabras, es cuando uno crece y empieza a ver todo diferente, y de paso deja también de creer en lo políticos, sus discursos y los partidos políticos. Y también en los periodistas y los conductores de informativos. Por la misma razón, por cierto: falta de credibilidad.

Irónicamente, este crecimiento, esta culturización y aprendizaje del escepticismo es lo que, según los estudiosos de la ociología, conforma la base fundamental en la que el ser humano puede basar sus esperanzas; es decir, los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica o cultural, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos, por sus pares políticos.

Así que... ¡arriba corazones!, como pregonaba don Joaquín Pardavé...

Si nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Recordemos que la naturaleza biológica del hombre es, para todos los efectos prácticos, inmodificable. Pero a cambio está eso otro inevitable que es crecer, física e intelectualmente para hacer frente a lo desconocido y poder poner en la balanza los diablos y los ángeles que llevamos dentro, como seres individuales y colectivos que somos.

Ya sabemos que el ser humano es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida.

Solamente la existencia de estos diferentes y frecuentemente contradictorios objetivos por el carácter especial del individuo, y su combinación específica, determina el grado con el cual una persona tal (“un equis”, dicen las barbies que conozco) puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Aquí inevitablemente me pregunto ¿cuál de las dos personalidades, la solitaria o la social, es la que se autoriza autopréstamos?

Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento.

El concepto abstracto "sociedad" significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores.

El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad -en su existencia física, intelectual, y emocional- que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad.

Y es la suma de esas relaciones sociales las que inevitablemente nos lleva a dejar de creer en los políticos y sus discursos, en los partidos y sus candidatos de barro que igual pueden poner un pie en una orilla del río como fácilmente cruzar hacia el otro lado de las aguas de la política sin fundamente filosófico alguno, sin ideología que defender, sin propuestas que extender, sin compromiso social, más que el beneficio personal.

Pero ¿a quién le importa eso en un mundo de imágenes huecas que todos los días nos venden los medios y que nosotros compramos sin más ni más? ¿a quién le importa deternerse un momento y reflexionar sobre cuál mentira es mayor y cuál candidato hará menos daño dentro de poco, poquito? ¿valdrá a pena hacerlo?

Pos yo, así como no queriendo, me lavo los manos y trataré de dormir, no importa que no sueñe con la lluvia y sus fulgores, o los días de la infancia viendo el atardecer en los árboles del patio... que no había verdad más absoluta que esa...

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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ciencia contra demagogia...

Al hacer una breve referencia al deslave en Tlahuitoltepec, Oaxaca, el Felipe Calderón sostuvo que tanto las inundaciones como los derrumbes son ocasionados por la potencia que han adquirido los fenómenos naturales como consecuencia del cambio climático y el calentamiento global.

"Para nosotros queda absolutamente demostrado que hay calentamiento global y que hay cambio climático y que ese cambio climático afecta a la gente dramáticamente y, en particular, a la gente más pobre, porque la gente más pobre es la que vive precisamente en las cuencas de los ríos, la gente más pobre es la que vive en las laderas de las colinas que a consecuencia de otro fenómeno agregado, que es la deforestación, y claro que relacionado, pues padece terribles desgajamientos como los que se sufrió en una pequeña población de Oaxaca el día de ayer", refirió.

Tras declarar que le indigna y le molesta que haya quien ponga en duda dichos fenómenos, el Calderón, quien se mostró de muy buen humor, dijo que aunque los culpables del calentamiento global son, sobre todo, los países ricos, es urgente que las naciones en vías de desarrollo contribuyan en el mejoramiento del clima.

Al inaugurar el Foro de Eficiencia Energética y Acceso, en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el mandatario agregó que desafortunadamente quien paga los costos tanto del calentamiento global como del cambio climático son los pobres y más necesitados.

Ante ello, invitó a los escépticos a visitar zonas devastadas por los diversos fenómenos naturales en Afganistán o México; Tabasco, por ejemplo, en donde este año ha llovido como nunca antes en su historia.

Dijo que si bien es cierto que los países desarrollados deben comprometerse más en la solución del problema ambiental, es responsabilidad de todos, naciones desarrolladas y las que no lo están, atacar la problemática.

"Sí hay calentamiento global, sí hay cambio climático, sí son principalmente causantes los países desarrollados, pero cada quien, conforme a sus capacidades, debe colaborar en la lucha", puntualizó.

Tras reconocer que este problema no reconoce fronteras políticas, dijo que es necesario llegar a cuerdos concretos entre las naciones en materia del cambio climático.

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Perooooooo... como siempre, la ciencia se impone a la política… mejor dicho, a los políticos, que son por lo general puro blablablá…

Y fue así que un científico vino a decir lo que dijo, y a poner las cosas en su sitio:

“Las inundaciones ocurridas en estados como Veracruz no pueden achacarse sólo al cambio climático”, aseguró Mario Molina, Premio Nobel de Química.

El científico habló ante el presidente Felipe Calderón, quien dijo que las inundaciones en Monterrey, el mes pasado por el huracán Alex, o el desgajamiento de un cerro en Oaxaca el martes por las torrenciales lluvias, por el meteoro Karl, fueron productos del cambio climático.

"Primero. Aclaro, no podemos achacarle un evento específico, algún huracán específico, una inundación en el estado de Veracruz, en estos días o algo así, no estamos seguros que eso sea consecuencia del cambio climático, porque el clima es muy complicado, pero lo podemos hacer de una manera estadística", explicó Molina en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Al participar en el foro Eficiencia Energética y Acceso, Molina abundó:

"Lo que sabemos, con toda claridad, es que la frecuencia de inundaciones ha aumentado, pero ha aumentado muy significativamente en todos los continentes en estas últimas décadas".

"Así es que, aunque estos eventos pueden producirse de manera natural, con claridad; la probabilidad de que ocurran ha aumentando muy considerablemente", adujó el Nobel.

En presencia de expertos de otras naciones, Molina añadió que "no estamos totalmente seguros, pero el consenso de este grupo (Panel Intergubernamental de Cambio Climático o IPCC, por sus siglas en inglés) es que la probabilidad de que estos cambios de clima, que estamos, sean consecuencia de actividades humanas, es de alrededor del 90%".

Molina comentó que hay intenciones de hallar soluciones con acuerdos internacionales en la Conferencia de las Partes (COP 16) a celebrarse en noviembre y diciembre en Cancún, México.

"Es uno de esos eventos muy importantes para tratar de avanzar la solución a este problema a través de un acuerdo internacional", dijo Molina.

El científico comentó que "desde un punto de vista un poco simplista, el problema se resolvería si la sociedad se pusiera de acuerdo en incorporar a la economía los costos de los daños de éstos, de los ambientales, o sea, ponerles un costo a las emisiones y, con eso, sería, en principio, suficiente para resolver el problema, pero en la práctica no puede ser tan sencilla la solución".

Ni tampoco se resuelve con declaraciones simplonas y retórica hueca.

Así que dejemos que la ciencia se encargue de la ciencia y los políticos de la demagogia…

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Yo también me siento como un perro...

Es verdaderamente un lío lo que estamos viviendo en torno a la educación y al aprovechamiento de nuestros niños y jóvenes: Que si saben leer, que si no tienen el hábito, que si salen tronados en matemáticas, que si García Márquez todos los días se siente perro porque la prensa escrita parece que la redactan con las extremidades inferiores, que si de qué lado masca la iguana... en fin...

La crisis educativa de nuestros días, meses y años no constituye un acontecimiento repentino, sino que ha tenido sus raíces en épocas anteriores, específicamente en la de aquellos antiguos pensadores. La pregunta de por quién o qué educa al hombre presupone una visión de aquello que solemos designar con la palabra educar: Del latín “Educare” (ex y ducere), este verbo transmite el sentido de jalar de adentro hacia fuera; es decir, hacer aflorar algo ya presente en el educando, y queda excluida la noción de una educación colectiva, sino que la educación es de uno en uno.

Educar, entonces, entendido en el sentido de guiar o jalar hacia fuera lo que el educando tiene dentro de sí, remite a un proceso individual, puesto que no puede haber identidad entre dos o más personas, al igual que entre dos o más cosas cualesquiera. Con ello, automáticamente quedan marginados nuestros sistemas educativos modernos, en cuanto no se estructuran sobre principios de la enseñanza individualizada.

Ya dijo Rosseau que no es el individuo el que es producto de la sociedad, sino ésta el de aquel, de manera que cuando de educación hablamos, nos referimos al individuo singular. Hacia él está (o debería de estar) orientada la educación.

Cuando se habla de aprendizaje no se encuentra lejos el concepto de enseñanza. Tal es así que se suele hablar del proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual ha sido factor dominante de tiempo atrás en la educación humana. Sin embargo, el esquema estímulo-respuesta implícito en dicho proceso, lo convirtió en un mecanismo rígido que no pudo sino desembocar en la reflexología soviética, desarrollada por la escuela de Pávlov, y el conductismo skinneriano, dominante en el mundo anglosajón. La consecuencia de ambos sistemas educativos, adoptados de modo variable en la mayoría de los países del globo terrestre, según nos ha comentado “El Polacas”, ha sido la de considerar sólo los estímulos, manipulables a voluntad y las respuestas observables.

También habría que entender que conducta modificada y aprendizaje no son asuntos idénticos, porque la primera les sirve de base a los investigadores sólo para inferir que la misma es consecuencia de un respectivo estímulo, mientras que el aprendizaje, como el mismo “Polacas” admite, es algo que tiene lugar dentro de la cabeza de un individuo, en su cerebro, “y no es inferible”, subraya el licenciado Holguín empinándose un vaso de agua así como muy raro.

En la mayoría de los estudios sobre el tema, para lograr aún una mayor precisión en sus mediciones, los que aplican el método skinneriano decidieron sustituir al instructor, quien lleva a cabo la enseñanza, por dispositivos mecánicos. El exitoso uso de las máquinas comprobó que la tradicional enseñanza impartida por maestros, de marcado carácter mecánico, consistente en hacer repetir correctamente lo que ha sido expuesto correctamente, no competía con la eficacia de aquellas.

Por su parte, Piaget se plantea el problema de la dicotomía de lo que él llama la escuela para pensar frente a la escuela para leer (o escuela para pensar frente a la escuela para memorizar, pues se considera que la absorción mecánica de conocimientos propicia predominantemente el empleo de la memoria). El conocimiento de lo individual concreto no se obtiene por la ciencia, suponiendo que por algún modo pueda obtenerse conocimiento auténtico de lo más radical que hay en el hombre, y lo constituye en individuo. El “conocimiento de los hombres” es un don, y no es la psicología quien lo da, dijo Nicol afuera del Pluma Blanca.

Pero si no es la ciencia, ¿entonces quién puede aclararnos qué es exactamente el aprendizaje? (Sabe).

Y ¿cómo podemos entonces aprender a pedir correctamente una cerveza en el Pluma Blanca?

Ya veíamos que la sociedad no es producto de la naturaleza, sino producto del hombre en cuanto individuo quien voluntariamente se asocia con sus semejantes. Sin embargo, la historia ha opacado este hecho elemental registrando tan sólo las distorsiones manifiestas a través de los tiempos. Como consecuencia de ello se ha incrustado la convicción general hasta en las ciencias, de que la colectividad es lo natural y el individuo el artificio de aquella.

Es decir, que el asunto no está tan facilito. Es más, según Rousseau, la primera ley del individuo es velar por su propia conservación, que él es el único juez de los medios para lograrla, por lo cual deviene en su propio maestro. Y de paso, convendría revisar el concepto de maestro, cuya noción prevaleciente es la de aquel que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo.

Yo, por mi parte, hasta aquí no he entendido nada de lo escrito, salvo los dos primeros párrafos. Y me queda la pregunta, que seguramente todos nos hacemos respecto al título de esta entrega: ¿Y la cerveza? (Bien helada, por favor: Ya ven, ¿qué nos cuesta ser educados?).

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martes, 28 de septiembre de 2010

Estamos en la calle...

En la calle, dicen, más que en el pleno de la Cámara de Diputados, es donde se sabe quién es y qué piensa esa masa amorfa que los intelectuales vespertinos del Sanborn’s, los religiosos que fustigan a su cliententela cada domingo y los políticos mediocres de siempre denominan con el simple sustantivo común de “pueblo”, tan indeterminado y huidizo como el más vano pensamiento que se tenga sobre el asunto.

En la calle es donde esa enorme y creciente ciudadanía anónima que duerme en el basurero y las banquetas sucias de la economía globalizada, el “pueblo”, pues, vamos juntando las piedras de la vida para colocarlas una sobre otra e ir construyendo las señales de la realidad, las mojoneras que delimitan los sueños con esa tela de cebolla transparente que nos arrincona en una esquina neutral del ring de las esperanzas para dar y recibir los golpes que el cielo nos tiene prometidos, para decirlo al más puro estilo de la doble moral que nos gobierna.

En la calle hacemos nuestras propias encuestas cotidianas, en las que no hay margen de error porque la sobrevivencia no lo permite, y revisamos punto a punto la ortografía del hambre para poner en limpio el oficio que enviamos A quien corresponda, Domicilio conocido, Presente, con sus tres copias de rigor para ver si así le atinamos, y nos sentamos a esperar sobre una piedra a que la revolución se baje de la Suburban y derrame su manto bienhechor sobre los 62 millones de pobres oficial y presidencialmente reconocidos, más los que se acumulen en la semana.

Y así, en la calle, andamos mirándonos los ojos para cerciorarnos si todavía hay una luz de razón, un algo en el fondo de la mirada que nos haga sentir que nos quedan testimonios que compartir, propuestas que poner sobre la mesa de las discusiones, temas inacabados que podríamos retomar para darle rumbo a una colectividad que, según los teóricos de la política y los expertos de los planes sexenales, nace, muere y vuelve a nacer con cada administración, sin detenerse a pensar que son las administraciones las que se reciclan y que la sociedad, por desgracia, sigue siendo la misma.

Por eso, dicen, estamos en la calle: buscándonos, pues, ni modo que dónde...

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lunes, 27 de septiembre de 2010

El otoño puede sacar cosas que uno se calla...

Ya sé que friego mucho, pero déjenme repetirles que a mí me fascina el otoño, con su carga de nostalgia, alergias y béisbol de la Mexicana del Pacífico.

Pienso que en mi vida anterior fui gato callejero y que andaba en los tejados del otoño muriéndome de amor por las lunas de octubre, que según aquella tonada, son las más hermosas. Y mire Usted, lector amigo, que tiene razón.

El caso es que yo estoy seguro de que el otoño puede sacar cosas que el hombre se calla, cosas que queman por dentro, cosas que encienden el alma.

Y entonces es cuando uno empieza a ver que la gente se transforma: es común observar que en las noches de luna llena algunos lobos se convierten en hombre y salen a cazar espíritus bajo un vaho de mariposas amarillas que emanan una fragancia melancólica.

El otoño, otra vez.

El otoño es un jirón de polvo tendido en la tristeza.

Nos vuelve más sensibles física y emocionalmente, sobre todo por las tardes, cuando el sol empieza con su ruidajo de cielos rojizos para avisarle al mundo que ya se va, como si en verdad se fuera, y nos va dejando un velo gris que cuelga de hilos invisibles y cubre las calles de aquellas colonias que todavía no conocen eso que la posmodernidad llama pavimento, y que es lo primero que ponen en las ciudades de verdad. En fin.

Si uno espera el atardecer, podrá observar perfectamente que de aquel cielo que en verano parecía propaganda política de tan azul, bordado primorosamente con simulacros de nubes blancas para que las vacas no perdieran la esperanza de que alguien estaba armando un mejor futuro, pero que hoy es fiel reflejo del presente que nos heredaron, baja una cortinilla de polvo grisáceo que el otoño ha moldeado con sus manos tristes para atemperar el alma, y ahora la Navidad se acerca como tren sin frenos.

Otra vez el otoño. Otra vez las mismas aves de la tristeza aletean sobre las líneas amarillas que uno escribe inconsciente, como si fueran la receta de un medicamento que no existe porque para el alma no valen cucharaditas de jarabe ni pastillitas amargas, sino el más simple remedio casero que sigue siendo un abrazo bien apretado, un pellizcón en el centro de la felicidad y un beso sonoro para espantar a los pájaros de la melancolía que revolotean descaradamente sobre uno y se asoman sin pudor a los párrafos que alguna voz del otoño nos dicta en un susurro lento, como un viejo recuerdo de alguien que hace mucho que se fue en la muerte y que en el olvido se nos ha ido más lejos.

Y mientras, una lágrima literalmente otoñal se desliza por la mejilla del recuerdo, porque las tardes ya casi sin vida también sirven para que el otoño reviva cada vez en ese instante infinitesimal que se abre de par en par como puerta al pasado para echarle un vistazo a todos aquellos que se quedaron detrás de una cuesta del tiempo y que cada dos de noviembre se aparecen sin voz ni vuelo, precisamente, por su taza de café o su caballito de tequila.

Justo como huella pintada en el otoño, otra vez.

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domingo, 26 de septiembre de 2010

El otoño es un estado del alma...

Parece que no —porque el calor todavía es un factor para la sed—, pero el otoño ha llegado a nuestras calles para ponernos en el anca su fierro de melancolía.

Dice el periodista español Antonio Gil que cuando llega el otoño, los cordobeses han de recordar a ese gran poeta, ya ausente, Leopoldo de Luis, quien dedicó a esta estación del año un poema espléndido, que lleva por título Elegía de otoño. Cada uno de sus versos se presta a una reflexión profunda, no sólo sobre el paso del tiempo sino también sobre su significado más profundo:

Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa

y caen en el estanque solitario del alma…

comienza diciendo el poeta para abrir los ventanales de una estación que tanto tiene de "hojas caídas", pero que no a todas se las lleva el viento sino que tienen un hueco en ese interior nuestro, a veces tan solo y solitario:

Un dolor de ser otros parece que nos pesa

como unas alas rotas.

Poco a poco, Leopoldo de Luis irá describiendo y definiendo el otoño para que lo vivamos y lo respiremos en toda su riqueza:

El otoño que arde con su lumbre de gloria

presta a las cosas luz misteriosa y dorada;

toda la tierra tiene una triste hermosura

como una dulce evocación de infancia.

También otoño el corazón nos dora....

Los versos del poeta rezuman nuevas claridades y ni siquiera cuando nos habla de las hojas que caen de los árboles, se atreve a denominarlas "hojas muertas" sino que las contempla como latidos vivos:

Caminamos pisando un corazón de hojas,

pisando lentamente una esperanza.

Así es o puede ser el otoño que ha llegado, un año más, a nuestras vidas: una estación en la que prevalece el color gris por la cercanía de las nubes y acaso un tiempo propicio para la reflexión personal, mientras contemplamos esa naturaleza que se desviste poco a poco, quedando desnuda hasta la frialdad más silenciosa.

Puestos a evocar versos, no podemos olvidar los de Verlaine, cuando nos habla de "los largos sollozos de los violines del otoño que hieren mi corazón con una languidez sonora", para internarnos enseguida en el mundo de los sentimientos:

"Agitado y pálido, cuando suena la hora, yo me acuerdo de los días pasados, y lloro, y me voy con el maligno viento, que me lleva, de acá para allá, igual que a las hojas muertas...".

Acaso la estación otoñal sea el mejor tiempo para ese viaje interior, tras los viajes vacacionales del verano, que nos haga pensar un poco en nosotros mismos, en las circunstancias que nos rodean, en ese futuro más difícil todavía que nos viene encima o que nos echan encima sin que podamos vislumbrar siquiera la salida al túnel de la crisis, ya existencial, ya económica, ya política…

El otoño es un estado del alma, digo yo: es como andar navegando entre un calosfrío permanente, sobre todo a fines de septiembre, que es cuando en esta ciudad que me deja habitarla empieza a sentirse el frescor matutino y vespertino, mientras que en las horas altas del día el calor se empecina en quedarse a convivir con las lunas majestuosas que ya empiezan a dejarse ver, tímidamente, como muchacha tras las cortinas de los primeros deseos…

El otoño ha llegado con su carga de alergias, pero también de nostalgia: es la época en que el cuerpo se destempla como cuerda de guitarra después de los calores mortales del verano.

Bienvenido el otoño, pues...

Bienvenidas las tardes lentas de ceniza y recuerdos de la infancia…

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sábado, 25 de septiembre de 2010

Que no panda el cúnico...

Hoy por la mañana me llamó espantado mi primo el Chato Peralta.

¿Y?, preguntará usted, amigo lector, poniendo los brazos en jarras, como los pusiera aquella vez la “actriz y cantante” Lucero, momentos antes que su guarura sacara tremendo pistolón y amenazara a los reporteros de espectáculos, muchos de los cuales después de esos momentos de terror a la mexicana se convirtieron en hombres hechos y derechos, según me contó Arturo “El Boutico” Agramont, quien perdiera muchos amigos diversos aquel 14 de agosto de 2003.

Pues lo que pasa es que a mi primo casi le da el infarto porque —de acuerdo a lo que mencionó— leyó el diario y se le soltó el estómago.

¿Y qué dice la nota que leyó el cabezón del Chato Peralta?

Dice más o menos así —como gritan los merolicos de las bandas gruperronas antes de entonar una asquerosa cumbia región menos cuatro—:

-Los priistas volverán a meterse a la casa presidencial el 2012 —sentenció Vicente Fox, el hombre que sacó de Los Pinos al PRI, esa mezcla ancestral de víboras prietas, alimañas y tepocatas... según el anecdotario popular.

-O sea, ¿para esta elección que viene? —le preguntaron al susodicho Chente, porque ya ven que a veces se queda con los ojitos en blanco, como si las ideas se le enredaran en el pescuezo y le impidieran respirar adecuadamente, y se le empieza a barrer la banda cerebral…

-Pues sí, por lo pronto los dados dicen eso… los dados y los datos —respondió el botudo de Guanajuato, mientras la señora Marta le jaloneaba el brazo para que ya no se siguiera comprometiendo, como si fuera la primera vez que abre la boca y suelta la sopa…

Además, no contento con pre despedir a su propio partido de la presidencia de la República, el ex mandatario cuestionó la guerra contra el narcotráfico desatada por el Felipe Calderón, pues asegura que tiene “costos ocultos”, ya que daña la imagen del país.

-No puedes combatir el crimen violando los derechos humanos y el proceso jurídico —indicó con una lucidez que en él es como una experiencia religiosa, y agregó, como para echarle sal a la herida calderoriana:

-Al narcotráfico no se le puede terminar, se le administra… ningún presidente en el mundo (ni Obama ni Zapatero) pretenden acabar con la droga —dijo como para que quedara claro el enunciado.

Y mientras, allá en Los Pinos, en su propia burbuja de demagogia y de irrealidad, el Calderón jura, perjura y asegura que el PAN va por su tercer periodo de Gobierno... aunque, por desgracia, le creen nomás los paleros de siempre y unos cuantos despistados, no la ridícula minoría que somos como cien millones de mexicanos…

Pero que no panda el cúnico, como dice el infumable Chespirito: tampoco las predicciones de Chentefox son creíbles, así que no le vaya dando el voto de confianza al priismo irredento (Peñanieto, Beltrones, Herrera… más los que se acumulen en la semana) que pulula por todas las canchas futboleras y arrabaleras de México. No, señor.

No olvidemos aquellas predicciones foxistas:

Habrá un crecimiento de 7% anual sostenido”, que nunca fue realidad en su administración.

O la clásica de clásicas:

El conflicto de Chiapas lo resuelvo en 15 minutos”... y Chiapas sigue en un estado de podredumbre que da pena...

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Un torpe tipo avasallado por los sueños...

“Ah, mira —dijo Araceli mostrándome las hojas que acababa de cortar del calendario—: Ya estamos en otoño”.

Yo, que de soy de naturaleza minimalista, me quedé valiendo madre, como llamamos los mexicanos a ese trance filosófico en el que dejamos los ojos en blanco y ponemos el rostro como si estuviéramos pensando... ni más ni menos que como diputado federal a punto de emitir su voto en la cámara.

En fin…

Mi educación musical —que tiene mucho de silvestre y poco de poética— a veces me saca de los trances de marras y de inmediato regreso a la vida como renovado en espíritu, aunque sin saber a ciencia cierta porqué.

El caso es que cuando Araceli me dijo lo que me dijo, de inmediato pensé —sin ánimo de presumir— en la canción de Amaury Pérez Vidal, alias Amaury Pérez, llamada “Dame el otoño”, y empecé a canturrearla con más ganas que tono.

Y ya entrado en eso, díjeme a mimismo: “A ver, myself, busquemos la letra y pongámosla aquí, como tributo a las hojitas del calendario que la Araceli tiró a la basura, a ver qué tanto dice el tal Amaury sobre el otoño...”

Así que me fui de inmediato a buscar donde todo ser pensante y holgazán, posmoderno y cibernético busca: en la internet, y me encontré, obviamente, con la letra de la canción y con la canción misma.

Dudé, debo confesarlo, en poner toda la letra, ya ven ustedes que soy un torpe tipo avasallado por los sueños, a quien le estorban claridades y ternuras, por fortuna me encontré un video que además de la canción, tiene la letra, y como fondo fijo, la gordura irredenta del Amaury de marras…

Pongo todo aquí… va mi resto… ya ustedes sabrán si pagan por ver…

Total, ya estamos en otoño…

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