Trova y algo más...

jueves, 31 de marzo de 2011

Defensa propia...

para Arquímides Cruz, en el recuerdo

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Un hombre me amenaza con un arma.

Yo lo amenazo con una piscucha.

Él a lo sumo logrará matarme.

Yo

en cambio

podría hacerlo feliz...

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Otoniel Guevara. El Salvador.

Tomado de Poesía Latinoamericana Hoy. 20 países, 50 autores.

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martes, 29 de marzo de 2011

El viejo sueño bolivariano...

La palabra antología proviene de las raíces griegas anthos (que expresa “flor”) y legein (“escoger”), y significa literalmente ramillete o selección de flores.

En el año 100 a. de C., el cínico Meleagro de Gadara compiló el libro Stéphanos, que incluyó a 47 autores griegos, y en cuyo prólogo describe la obra como una guirnalda, pues identifica a cada poeta seleccionado con una flor simbólica, estableciendo para la posteridad el término antología como sinónimo de colección de poemas.

Así, antología se refiere históricamente a una colección de las obras de mayor calidad o más representativas de uno o varios poetas, aunque en la actualidad otros géneros literarios —inclusive, de variadas disciplinas del saber— también han echado mano de estas recopilaciones y del concepto, quitándole la exclusividad al campo de la literatura.

La antología, al tratarse de un compendio de lo más importante y representativo que han producido una o varias personas a lo largo de su trayectoria, resulta una herramienta esencial para conocer y profundizar en el trabajo de esos personajes.

Y es precisamente una antología lo que nos reúne esta tarde: Poesía Latinoamericana Hoy. 20 países, 50 poetas, compilada por el admirable escritor Roberto Arizmendi.

Como señala el subtítulo, el compendio incluye a cincuenta poetas de veinte países, sin importar edad, corriente poética ni ideología: lo que los une es la calidad de sus obras, y el objetivo del volumen es promover la integración entre los poetas del continente.

Como dice el poeta y autor de diversas antologías de autores mexicanos y extranjeros Héctor Carreto en la presentación de esta obra:

“Más que una antología propiamente dicha, esta reunión es una muestra viva de la poesía que se está escribiendo y publicando hoy día en Latinoamérica...

"Una muestra es más libre que una antología, aunque no es menos exigente. La presente selección busca revelar, no canonizar. Al no incluir a poetas muertos en esta muestra, por ejemplo, el lector seguramente tendrá la sensación de estar ante palabras recién hechas; palabras recién salidas del horno…”

En una hermosa edición en la que se respeta el tono de los autores al utilizar una letra pequeña y con remates, promovida por Ediciones Fósforo, de México; Editorial Arandurá, de Paraguay; Barataria Libros, de Argentina, y la Universidad Tecnológica de Hermosillo, este tomo reúne textos en español de poetas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

¿Quién lo diría? En esta cálida publicación encontramos voces que vuelven realidad el sueño del libertador Simón Bolívar: hacer una sola patria de las antiguas colonias españolas en América.

Todos los cantos y todos los rasgos posibles están aquí, compartiendo estas 168 páginas de manera dinámica, construyendo verso a verso la gran casa del idioma americano, ése que nos une con sus luminosos significados, su sabor, su ritmo, su color, su aroma, su dolor y esa venturosa historia que nos arropa maternalmente con todos sus puntos y sus comas.

Porque, como diría Octavio Paz en su lenguaje totalizador:

“La poesía quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas.

"No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que toca, sino volverlo sagrado. Por eso no es moral o inmoral; justa o injusta; falsa o verdadera, hermosa o fea. Es simplemente poesía de soledad o de comunión.

"Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación. Y tanto como un ruego puede ser una blasfemia”.

Y sí, aquí están los poetas latinoamericanos de hoy, diciéndonos que ahí afuera está la vida y sus angustias, el amor y el odio, la paz y la guerra, la caricia y la herida, la fantasía y la cotidianidad, el sueño y el despertar, pues la poesía es también un oficio que se realiza a la luz y a la sombra de los deseos humanos y nos traza caminos nuevos en los antiguos senderos mil veces recorridos.

Hay que decirlo: debemos darles crédito a nuestros poetas porque la poesía es un acto de fe al que nada humano le es ajeno.

Sabemos que vivimos sumergidos en un presente dominado por el pragmatismo más insolente, por el materialismo más voraz y por una vertiginosa tecnología. Donde quiera que volvamos la vista, veremos ejemplos de ello, sea en lo local, sea en lo internacional.

Vivimos en un mundo en el que se desatan trescientas guerras diarias a causa de la ambición y el egoísmo: ahora mismo lo vemos en el Medio Oriente como antes lo vimos en Centro América y en América del Sur y en el Pacífico oriental y en cada rincón de la Tierra donde haya recursos naturales que arrebatar, banderas que arriar, dioses que mancillar, religiones que borrar, dignidades que pisotear...

Hace casi tres mil años, el poeta Homero consignó en la Ilíada las mismas pasiones, la misma avaricia, la misma estulticia que esgrimen los imperios de hoy en su rabia insaciable por establecer democracias irrespetuosas y serviles en las que para los muchos serán las barras y las estrellas sólo para unos cuantos.

Así, se dice que nuestra realidad tiene cada vez menos motivos para la poesía, porque la literatura en general no tiene una utilidad práctica: no se puede poner en la esquina más iluminada de la sala, no se puede colgar del techo como luz multicolor, no adorna las paredes ni hace juego con el centro de mesa del comedor; no la utiliza Lady Gaga en sus conciertos multitudinarios ni se escucha en las sesiones del Congreso; no podemos pagar con ella la despensa en la tienda de autoservicio ni nos salva de los cafres alcoholizados ni de los sicarios salidos de la nada: lo que nos sorprenda primero.

Pero debemos entender que la poesía no sirve para lo anterior, sino para interpretar la vida de otra forma, porque es el punto de apoyo que reclamó Arquímedes para mover el mundo, para buscar los equilibrios que ofrece el fulcro del alma mientras el agua de la vida fluye en un río que siempre es el mismo y que siempre será diferente.

Hemos sido testigos de que aún de las crisis más intensas surge la poesía como manifestación de la invencible fragilidad del espacio espiritual, porque es un misterio sustentado en la fantasía, en la imaginación, en el sueño y la irrealidad, y sirve para encontrar la manera de atrapar el instante y convertirlo en fervor y sentimiento... en un acto de fe, como ya se dijo.

Y en una época de escepticismo genuino como la que nos ha tocado vivir, donde la prioridad son la ganancia y el éxito, opuestamente a lo espiritual, desde luego que tiene sentido escribir poesía, porque como el agua, como el viento y como la luz, la poesía cambia, se adapta, se transforma, sobrevuela el tiempo como las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia revoloteando a nuestro alrededor en una metamorfosis que la lleva a la libertad, y que nos lleva con ella en sus alas frágiles y solares.

Por eso, en la actualidad los poetas cantan realidades, se ajustan a los avances tecnológicos, hablan de bits y del ciberespacio, de la radioactividad y de lo metrosexual como hablan del amor de pareja, el que empuja a susurrarle al oído al ser querido todos los rasgos de la vida, incluida la muerte: En este secreto puerto que he erigido, te cedo estas manos capaces de hilar los sueños y escribir una a una las letras de tu nombre hasta agotar los granos de la arena de una playa que he alucinado sólo para ti...

Poesía Latinoamericana Hoy es el ejemplo más cercano que tenemos aquí y ahora de las voces múltiples que se han trepado a los muros para ver un poco más allá de los límites que nos han marcado, y podemos encontrar en estas páginas no sólo la poesía en su formato del verso tradicional sino también prosa poética y las formas gráficas que requiere ahora la literatura para abrir las ventanas de la semántica y dejar volar verdades descarnadas, besos en la oscuridad, gritos de terror, desfiles de mendigos, el traqueteo de los automóviles en la madrugada, el paso fugaz de las estrellas en un cielo de papel bond de 75 gramos.

Nada escapa a la fascinación etérea de un poema. Nada. Porque en sí misma, la poesía es nada: es algo que no podemos asir con las manos ni untárnosla en el rostro; no la podemos explicar sino a besos o en la ausencia, en el sofoco divino del amor, en los humores de la melancolía o en el dolor de la pérdida, porque tiene una cierta capacidad terapéutica que nos hace sentir y valorar la vida aun con ese hueco que llevamos en el pecho de vez en vez.

Ya lo han dicho los expertos: la poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar o alojar una tristeza.

Sirve también para reflexionar acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores...

La poesía está hecha de maravillas, de ese fanatismo solitario que implica la terquedad de escribir historias una y otra vez hasta que los fantasmas de las palabras dejan de serlo y se convierten en las cadenas que arrastramos con cierta timidez hasta que alguien más, acaso un lector y otro y otro, nos ayuda a cargar con la cadena de las historias que nos dicta la realidad, porque a fin de cuentas todos nos convertimos en personajes de los libros imaginarios de nuestros semejantes.

No en balde el poeta y académico Luis Fernando Brehm dijo alguna vez:

“Si alguien lee poesía y no le gusta, no pasa nada; pero si alguien lee poesía y le gusta, algo cambia para siempre en él”.

Estoy cierto que este libro hará cambiar para bien la vida de muchos de sus lectores, que los convertirá en seres más sensibles y que podrán interpretar su entorno de manera diferente, que donde hay una casa sentirán un abrazo; que donde escuchen un susurro podrán moldear la felicidad; que donde muerdan un durazno encontrarán la ruta de donde habita el aroma más tierno del amor...

Y cambiarán por muchas razones, la principal es justamente la diversidad de voces aquí contenidas, el múltiple acento latinoamericano que nos hace y que hacemos, porque la verdadera justificación de cualquier antología radica en abrirla al azar y que cualquier texto de cualquier autor nos encante y, en el mejor de los casos, nos instigue a rastrear su nombre y el resto de su obra. Y que vuelta a abrir al azar la antología, otro texto vuelva a encantarnos. Es entonces que podemos entregarnos a merced del buen compilador.

Poesía Latinoamericana Hoy nos muestra de manera clara y sencilla que la literatura no tiene fronteras. Por fortuna, las líneas geográficas que discriminan a los habitantes del planeta en ciudadanos de primera y de segunda todavía no han podido dividir a los poetas en escritores de primera y de segunda.

Esta obra nos da pistas para interpretar el entorno con todos sus silencios y sus maravillas, con su cotidianidad y su magia, con sus tragedias y su esperanza permanente de justicia para bienvenir lo que la realidad nos depara en cada esquina del poema…

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Palabras dichas, expresadas y pronunciadas por un tipo como yo —amante improvisado, que no sabe contar, que no tiene un centavo— en la presentación de la antología Poesía Latinoamericana Hoy. 20 países, 50 poetas, en la Universidad Tecnológica de Hermosillo, este día (29 de marzo de 2011, fecha del Pacífico, horario de Sonora).

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lunes, 28 de marzo de 2011

Un gran país...

Vivo en un país tan grande que todo queda lejos:

la educación,

la comida,

la salud,

la vivienda.

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Tan extenso es mi país

que la justicia no alcanza para todos.

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Lina Zerón (México. 1959)

Tomado de la antología “Poesía Latinoamericana Hoy. 20 países, 50 poetas”. Compilador: Roberto Arizmendi.

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domingo, 27 de marzo de 2011

Frankly, guys, I don't give a damn...

Leí en la prensa de hoy que ya está listo el pastel principal para la boda del que le dicen príncipe William y su novia Kate Middleton: dicha tarta será una obra maestra, creada con frutas y flores, y diseñada con ideas de la novia, aunque el hijo del Charles consiguió que también se sirva un pastel de chocolate, su favorito desde la infancia...

Aaaaayyyyyy...

Después de leer esa nota, sólo expresé: “Francamente, querida, me importa un bledo”, una de las frases más famosas del cine, popularizada en la película Lo que el viento se llevó, protagonizada por Clark Gable y Vivien Leigh.

La frase en cuestión fue dicha por Gable, interpretando a Rhett Butler, en lo que fueron sus últimas palabras a Scarlett O’Hara. Ocurre cerca del final de la película, cuando Scarlett le pregunta a Rhett "¿A dónde iré? ¿Qué haré?" cuando él está a punto de abandonarla. Él bigotón le responde la famosa frase antes de cerrar la puerta (en la versión en inglés: «Frankly, my dear, I don't give a damn»).

La línea no sólo se volvió famosa porque contenía una mala palabra para esa época (damn: literalmente «maldición»), sino porque en la trama de la película demostraba que Rhett había renunciado a la codiciosa Scarlett y ya no le importaba lo que le pasara a ella.

A menudo, informalmente, se asegura que la frase es el último parlamento de la película, cuando en realidad es «¡Después de todo, mañana es otro día!» («After all, tomorrow is another day), dicho por Scarlett, para dar paso al The End...

Así, a mí también “Frankly, guys, I don't give a damn” que estos zánganos coman o no coman pastel...

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¡Uno, dos, tres por mí y por todos...

Con el perdón de los cocineros, me permito decir que yo tengo el mejor trabajo del mundo: me pagan por leer y escribir. Todos los días, incluso sábados y domingos, sin horario y sin días por guardar. Leo y escribo inclusive cuando ando en lo que los científicos de la filosofía han denominado técnicamente como "mis días", que son ésos en los que me sale como sangrita del alma y me deprimo hasta porque veo un perro muerto en medio de la calle, cuantimás las fotos de descuartizados que publica la i de los Healy todos los días, a diario y cotidianamente, lo que ocurra primero.

Y, asimismo, todos los días, a diario y cotidianamente leo. Todos, sin excepción. Leo hasta la etiqueta de los pantalones y de la camiseta que traigo cuando entro al baño a multiplicar por cero el volumen de los intestinos y no encuentro qué revista o libro leer.

Y tanto he leído dentro y fuera del baño, sobre todo fuera, que mi mundo ha cambiado drásticamente. Día a día. Y he llegado a la conclusión de que ya no le creo a nadie: ni a dios ni a los políticos ni a los periodistas ni a los comentaristas deportivos. No le creo ni al Ezequiel, mucho menos al Cruzteros.

En consecuencia, he creado un mundo algo diferente al que me toca vivir en la realidad. El que tengo que soportar y darle buena cara para que los demás no se sientan ofendidos, porque en mi mundo no hay intermediarios, no hay correveidiles, no hay interpósitas personas para todo, y que lo único que hacen es estorbar o confundir al electorado simple, sencillo e indocumentado que son mis 39 neuronas en plena cuenta regresiva.

En mi mundo, a excepción de las A de mi vida y de mi alma y de mi corazón, todas las letras deben hacer fila y pedir autorización para ingresar a él. Desde la B de Balvaneda, hasta la Z de Zenón. Pero una vez que han entrado, pueden decir que son de casa, que ahí pueden quedarse hasta que se acabe la botella o hasta que se les pase la borrachera o hasta que se acabe el mundo, también lo que ocurra primero…

En mi mundo no hay niveles y todos nos hablamos de tú, como debe de ser.

No hay gente pobre de espíritu y soberbia hasta la nausea que se cree indispensable porque ocupa un puesto transitorio que algún día deberá de abandonar, le guste o no.

No hay personas que no te miran a los ojos cuando platican contigo.

No hay de ese tipo de gente que habla de sí misma en tercera persona, como si no existiera en ese momento.

No hay personajes de ésos que en lugar de enaltecer lo que nos une, siempre está dándole demasiada importancia a lo que nos separa: son tan ignorantes que no se han dado cuenta de que la misma distancia que nos separa es exactamente la misma que nos une…

Mi mundo es diferente, por lo tanto, mi vida también lo es: yo no tengo teléfono celular, no tengo tarjetas bancarias, no tengo chequera, no tengo automóvil, no tengo ahorros ni tengo en qué caerme muerto más que el planeta mismo.

No tengo una cuenta de Facebook porque para mí es más importante un abrazo que compartir una foto, un beso que escribir a las volandas qué desayunó hoy, una caricia que poner un monito indiferente que intenta decir lo que sentimos.

Pero un amigo, un padre, un hermano, la pareja, un novio, un amante, que sé yo, son otra cosa: son seres vivos que están ahí porque uno ha sabido cuidarlos, respetarlos y hacerlos parte de lo poco o mucho que somos, porque nosotros también somos parte de lo mucho o poco que son ellos.

Es el elemental acto reflejo de la vida.

Y ellos no son nada, no existen, si uno no puede abrazarlos, tocarlos, olerlos, sentirlos apretados en el pecho, acariciarlos como si se fueran a desvanecer en el instante siguiente, besarlos hasta dejarles las huellas del cariño en el rostro, bromear con ellos porque el día amaneció fresco o simplemente compartirles una sonrisa cómplice antes de que llegue la amargura a arruinar no sólo el día sino la esperanza de que las cosas mejoren para todos…

Ése es mi mundo. Uno que he construido para mí y para muchos que como yo también están hartos de vivir una realidad epidérmica en la que han sentado sus reales las apariencias, los grados académicos, el juego de la simulación, los discursos podridos de los políticos, la soberbia de los enanos de espíritu, la grandilocuencia de los acomplejados por la ignorancia, la estulticia de los que están convencidos de que la ropa dice más que mil verdades, la jodidez de aquellos que no tienen tiempo para el amor, la enfermedad insidiosa de los amargados, la miopía escandalosa de los que creen firmemente que en tierra de ciegos el imbécil es rey, la cortedad de cerebro de quienes sostienen que las puertas cerradas los hacen importantes, el engaño pervertido de la mentira, la cobardía de quienes te ofrecen la mano y te apuñalan por la espalda, la cotidianidad mediocre de los que han catalogado a la filosofía, lo lógica y la ética como materias non gratas en las instituciones y sus prácticas hipócritas…

Mi mundo está aquí todos los días, florece con las lecturas y enverdece cuando se siente compartido.

Es un mundo que nació del hartazgo por la mediocridad obscena que nos han impuesto en todas partes, de la reflexión, de los caminos paralelos, de las miradas divergentes, de la paciencia y también de la impaciencia, y que se abre para todos aquellos que quieran tocar la puerta y pedir permiso para entrar y llevarse algo pero también a dejar algo que nos permita compartir lo que somos y como somos, porque es como aquel viejo juego de las escondidas, en el que siempre había un amigo más hábil que llegaba a la base a gritar a todo pulmón “¡Uno, dos, tres por mí... y por todos!”

Supongo que, al igual que todos, alguna vez creí en lo que los mayores prometían. Quizá lo creí ciegamente. Tal vez a los ocho o nueve años. Pero algo sucede un día, algún mecanismo interno se quiebra o tal vez será que uno se va haciendo viejo con el tiempo y la ingenuidad se va perdiendo poco a poco. Uno se va endureciendo internamente (pues sí: con el colesterol, los triglicéridos y todas esas porquerías) y le va perdiendo la fe a casi todos los políticos, a sus discursos y a los partidos que los protegen por encima de todas sus fechorías. Pero también le va perdiendo la fe a la religión, a los cantantes, a los payasos e incluso a los maestros...

Y entonces la visión del mundo cambia radicalmente.

Acaso sea parte de una crisis generalizada en la que no sólo pueden hablar los estudiosos de los fenómenos sociales. No debemos asumir que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las cuestiones que afectan a la organización de la sociedad, pues muchas voces han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada.

Dice mi compadre Alberto (Alberto Einstein, se entiende) que el hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana.

Dice, además, que durante su vida, el individuo adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de influencia. Y, al contrario de aquélla, es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la sociedad.

Ya sabemos que el ser humano es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida.

El concepto abstracto "sociedad" significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores.

El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad.

Por eso fue que nació este mundo, que a la vez es de todos. Ni más ni menos.

Así que: “¡Uno, dos, tres por mí… y por todos…!”

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sábado, 26 de marzo de 2011

Un día para barrer la basuridad…

Hoy es sábado, y según las celebraciones que marca el calendario del Más Antiguo Galván, los sábados son días para el amor. “Por favor”, diría la Cecy sentada en una roca frente al mar, en el último peñasco de la bahía de Guaymas y corriendo el peligro de que una gaviota pase sobre ella y desaloje sus emplumados intestinos sobre ella. Y cómo no, si con tanto basurero que nos echan todos los días tirios y troyanos, pues acá quedamos sumidos en el peor cochinero que pudiera haber.

Y nadie se salva, nadie.

Pero para quienes queremos al menos respirar un poquito de algo que no sea lo que nuestro recordado, querido y difunto amigo Toño Villa definía con un sustantivo tan de él que se volvió un neologismo que los políticos ignoran poéticamente y se lo pasan por su aliancístico arco del triunfo: “Basuridad”, decía el Villa, y hasta le escribió un soneto a la palabra; para nosotros, decía, que queremos respirar bonito cuando menos los sábado, están esos seres extraños que nombramos con la simple palabra de soñadores.

Ellos, como dice Hitch, especialista en citas, defienden que “La vida no es la cantidad de veces que respiras, sino la cantidad de veces que una pasión te sofoca”. Y alégale al ampayer, mi güen.

No sé tú, pero yo tengo un amigo que jura y perjura que todos los días se enamora, llueva, truene o haga un calor de la tzingada.

“Pues tendrá corazón de corral ganadero”, pienso.

Yo no doy para tanto: yo nomás me enamoro cada era geológica o cada vez que el cometa Kohoutek cruza por los cielos terráqueos, y que bajita la mano sucede una vez cada periodo que oscila entre 9000 y 16000 años; o sea… ya voy a estar como muy viejito…

Leí el otro día a mi extrañada Nadym y también pienso como ella: No soy valiente, lo sé, pero también sé que amo. Hoy me levanté temblando, no he dormido nada y las ojeras me llegan casi hasta los pies. Te he visto una y otra vez en mis sueños, te he sentido en mi interior, en mi cama y en cada rincón de mi cuerpo. Necesito saber que la vida al otro lado de la realidad aún se encuentra viva, que las cálidas manos que me invadían tienen la misma pureza que soñé, la misma lujuria y la misma calma.

Hoy como muchos días he vuelto a llorar, y dicen por ahí que las lágrimas son sanas, pero las lágrimas de sangre y de sueños truncados, de vidas cortadas y personas perdidas, no lo son. Solamente se puede afirmar a veces que somos unos inútiles por no luchar por un sueño, aunque nunca es tarde y mi bandera siempre estará en pie de guerra: No vengas un día, cuando pasen los años, a contarme que quieres quedarte, que tomas de nuevo mi mano... porque entonces será tarde. Hazlo ya y con fuerza, con ganas de poner un pie tras otro para hacer el camino. Hazlo con la ilusión de un niño cuando por casualidad le toca la bolsa más grande de golosinas en una fiesta de cumpleaños. Hazlo. Dice ella, que también se enamora todos los días.

Pero yo prefiero los sábados para escuchar cierta música y beber cierto café y pronunciar ciertas palabras para que la amargura de los demás no se sume a la que ya traigo de antiguo. Para mí no es sano perderse en los laberintos de la política barata los sábados. Nada de eso. Para eso están los martes, que es el día dedicado al dios de la guerra y de la agricultura. Pero los sábados son la antesala de la magia y la maravilla. Del amor también, aunque se escuche cursi y simplón. Pero entre el clavel y la rosa, su majestad escoja. A ver…

El sábado es un día para decir así, como si estuviera lloviznando lentamente y el invierno se estuviera despidiendo con un olor a azares:

Este sábado no quise asirme a tus algas verdosas que alimentan mis deseos abisales, no quise hendir tu mirada y embriagarme de los mariscos tiernos que atesoras para mis labios resecos de soledad, no quise hundir mis veleros fantasmas en la gruta más profunda del oceano que toma tu volumen: quise dejarte pasar por cada instante de la oscuridad y verte flotar a la deriva en mis sueños amarillos, al pairo junto a mi muelle erecto que enarbola el paño grisáceo de los náufragos condenados al olvido cada noche de febrero...

Este sábado no quise izar los jirones de esperanza que se asolean junto a mis vestidos raídos por el sol inclemente de este invierno que se va, no quise arañar tu piel y hurgar tus oquedades con esta lengua salada y partida y azotada por la brisa marina de la tristeza, no quise echarme al agua de tus muslos blanquecinos, al parduzco lumen de tus senos rocosos por la ausencia: quise, sí, dejarte ir hacia el túnel de los sueños para guardarte en la concha de la ostra de mi alma y volverte perla, nácar polvoso que alimenta mis manos y mis espasmos en el silencio horadado por la ternura magnífica de la bestia de mis entrañas...

Este sábado no quise nadar a tu alrededor como merlín mágico, no quise juguetear con tus palabras amarillas como delfín en orfandad, como unicornio astado y salitroso: quise arrojarme a la peña oscura de la nostalgia para ver flotar tu cuerpo limpio y cadencioso en las aguas de la floración de los deseos, y oler la fragancia de tu sombra secreta que humedece de cuando en cuando estos labios agrietados por la espuma salada de la desesperanza, por la dolorosa llaga de la soledad que se llena de podredumbre justo debajo de la piedra maloliente que tengo por corazón...

Este sábado no quise tomarte en la arena suave de la melancolía, no quise salir de este oceano que reblandece mis órganos secretos como frutos caídos del árbol de la más furibunda pasión, no quise despojarme de las vendas de nostalgia que momifican mi cuerpo amoratado por las horas más largas de la oscuridad: quise simplemente asirme de las salientes de la vida y brotar como engendro primicio de la especie, de la cavidad uterina de la ternura, ser expulsado a la amargura y berrear el chillido agónico de la desesperanza...

Este sábado no quise ser en ti un náufrago salvado del olvido: este sábado simplemente quise irme boca abajo a los profundo del mediodía con los ojos cerrados, porque siempre que cierro los ojos pienso en ti: te veo en el fondo oscuro de la agonía solitaria recortando los bordes amarillos de la angustia con tu sonrisa cansada, con tus labios enrojecidos por la fatiga de ser mujer, por el transcurrir por las calles indefensa, temerosa, oteando cada rincón como gacela asustada junto a la desesperanza...

Y es que siempre que cierro los ojos brotas de la oscuridad como agua blanquecina, lechosa, refulgente entre los párpados de un sábado cualquiera, y te instalas lentamente en el centro del silencio, y una a una deshojas tus prendas que caen a la nada como cáscaras suaves de cebolla blanca: te miro ir venir por la nostalgia, recoger los restos de mi rostro entre tus manos suaves; te observo desde el otro lado de la soledad, en este cuerpo animal y absurdo que porto, que siempre he soportado, y me duele que estés ahí, justo en la otra orilla del recuerdo, en las horas de un sábado lento en el que te pienso bajo la lluvia celeste del universo, bajo todas las estrellas sin nombre que le dan forma a tu silueta luminosa que brota de entre millones de estrellas… ¡Dios!: si supieras cuánto y cómo pienso en ti, vivirías horrorizada por la felicidad en cualquier rincón del sábado.

Hoy es sábado, un sábado eterno. Un sábado para el amor, para decir que siempre que cierro los ojos pienso en ti, quienquiera que seas: tú, la que llegas del otro lado de la ausencia y te paras en el centro de este pecho que no alcanza a respirar porque todo lo llenas, lo oxigenas con tu simple estar ahí, mirando con curiosidad las vísceras oscuras que palpitan en las entrañas corroídas por la amargura, órganos inverosímiles que segregan fluidos y ácidos pépticos que destrozan con su lengua amarilla la poca paz del sólo estar…

Este sábado te observo en silencio, lejos de toda esa basuridad, con mis antiguos dolores grises mientras te instalas en un en la mitad del día, porque apenas así, en sábado como hoy, la vida adquiere sentido...

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viernes, 25 de marzo de 2011

Así como que me fascina el cine, pues no... prefiero leer un buen artículo sobre ciencia aplicada o ver una comedia de amor, pero en la televisión, porque me permite afodongarme a todo lo que da la cotidianidad y derretirme sobre un sofá mientras me río o echo una lagrimita porque los personajes van y vienen, suben y bajan, se caen y se levantan, viven y mueren en el transcurso de la historia cinematográfica...

Ni modo.

Y quizá por eso me llamó la atención la noticia de que una película de 240 horas (o sea, ¡diez días, ca'ón!), presentada como la más larga jamás realizada, comenzó a ser proyectada el miércoles 23 de marzo en Helsinki, la capital de Finlandia, y finalizará el 30 de marzo... "Si dios quiere", diría el Ezequiel...

En la cinta se muestra el deterioro que causa el paso del tiempo en un edificio de oficinas de Helsinki.

A una velocidad acelerada, cientos de siglos son condensados en los diez días diez que dura la vista.

La película, "Modern Times Forever" ("Tiempos modernos para siempre"), se proyecta en una pantalla de 40 metros cuadrados en una plaza céntrica de Helsinki, junto al propio edificio —el Stora Enso— con ocasión de la feria de arte IHME.

El creador de esta locura es Superflex, un grupo de artistas daneses conocido por sus obras satíricas, entre ellas "Visita de una cucaracha al Museo de Ciencia", y la campaña que empapeló Copenhague, la capital de Dinamarca, con carteles rojos en los que se leía en inglés: "Extranjeros, por favor no nos dejen solos con los daneses".

Nuestro corresponsal en Finlandia, Óscar "Polacas"© Holguín, le preguntó en yaqui a Rasmus Nielsen, uno de los miembros de Superflex, si alguien dispuesto a ver los diez días de película podrá irse tranquilo al baño sin perderse un momento trascendental.

"Sí, cabe la posibilidad de que te puedas perder un instante clave —respondió Nielsen—, pero si tienes que ir, lo mejor es que no te contengas... te puedes miar en la ropa..."

Y precisamente ésa es una de las ventajas que ofrece ver películas en la tele: que puedes detener el reproductor dvd e ir a platicar un ratito con dios, o aprovechar los comerciales para asomarte al refri para ver qué puso la cochi... sí, señor...

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La política del avestruz...

Iniciativa México, S.A., dijo: "En este país no hay violencia, sólo drama..."

Y los medios vendidos (¡jamás serán vencidos!) respondieron: "Lo que usted diga, que para eso estamos..."

Y a partir de hoy, oficialmente no hay violencia en México, ni los delincuentes se harán estrellas mediáticas (aunque las estrellas mediáticas sí se vuelvan criminales sin que pase nada).

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Con esto se inaugura un México nuevo: Mexicoland, el país de la felicidad, en el que con 6,000 pesos mensuales puedes ir al infinito y más allá...

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jueves, 24 de marzo de 2011

Dios, en su inmensa bondad...

Les voy a compartir esta nota, nomás no le digan a mi mamá, quien de por sí ya me trae de la cola porque dice que soy un ateo malagradecido...

“Gracias a dios”, le respondo yo cada vez que me lo dice...

El caso es que un estudio que utiliza datos de censos de nueve países muestra que la religión está por extinguirse en esas naciones.

Y ya ven cómo son las modas: nomás falta que alguien haga algo para que después todo mundo lo imite... ¡uyyyy!

El caso es que la investigación encontró un aumento constante en el número de personas que afirman no tener fe alguna.

El modelo matemático utilizado por los científicos tuvo en cuenta la relación entre la cifra de entrevistados que eran religiosos y las motivaciones sociales que estos tenían.

El resultado, difundido durante la reunión de la American Physical Society (Sociedad Estadounidense de Física) en Dallas, Tejas, en Estados Unidos, indica que la religión va a morir por completo en esos países. (Y de seguro que después le darán cristiana sepultura, je).

Para la investigación se recurrió a la dinámica no lineal, que se usa para explicar una amplia gama de fenómenos físicos en los que se interconectan una serie de factores (o sea, más clara no podría ser esta explicación).

El estudio tomó datos de censos que se remontan hasta un siglo en los países en los que el censo consulta la afiliación religiosa: Australia, Austria, Canadá, la República Checa, Finlandia, Irlanda, Países Bajos, Nueva Zelanda y Suiza.

"En un gran número de democracias seculares modernas hay una tendencia popular a identificarse como no afiliados a ninguna fe. En los Países Bajos, el número fue de 40%, y la más alta que vimos fue en la República Checa, donde fue de 60%", explica Wiener.

El equipo de investigadores entonces aplicó el modelo de dinámica no lineal, ajustando los parámetros de los méritos sociales y utilitarios de los miembros de la categoría de los "no religiosos".

Descubrieron que los parámetros eran similares en todos los países estudiados, lo que sugiere —a través de la matemática— que el comportamiento era similar en todo ellos.

Y en todos los países, las indicaciones fueron que la religión se encaminaba a la extinción.

"Creo que es un resultado sugerente", dijo “El Polacas”©, miembro del equipo científico.

Y agregó, con una caguama en la mano, y abrazando a Porfirio “La Jacaranda” Jiménez, presidenta de su club de fanas: "Es interesante que un modelo bastante simple captura los datos, y si esas ideas simples son correctas, arroja resultados de lo que podría estar pasando".

"Obviamente, cualquier individuo atraviesa situaciones más complejas, pero todo eso se promedia”, puntualizó el investigador hermosillense, antes de irse a lo oscurito con "La Jacaranda", quién sabe a qué... pero de seguro que no iban a rezarle a dios... no, señor...

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Nalgas vemos, corazones no sabemos...

La nalga más famosa del tenis no es Ana Kournikova, la novia de Quique “El hígado” Iglesias, aunque podría serlo, sino Fiona Walker, pero...

Aunque tiene uno de los traseros más vistos de Reino Unido, pocas personas fuera de su círculo y trasero íntimo reconocerían el rostro de Fiona Walker. El descarado movimiento del vestido de tenis de esta británica quedó inmortalizado en el famoso póster.

La imagen se convirtió en una de las más vendidas de la tienda de pósters y almanaques Athena. Sin embargo, hay muchas sorpresas detrás de la historia.

Por ejemplo, Walker confiesa que el tenis nunca le interesó mucho y que las pelotas que se ven en la cancha en realidad las usaba ​​para tirárselas a su perro.

De todas formas, la imagen será la principal atracción de una exposición sobre el tenis como forma de arte, que tendrá lugar en la ciudad de Birmingham.

Walker, hoy de 52 años, trabaja como ilustradora freelance y tiene tres hijos.

En 1976, a los 18 años, su novio de entonces, el fotógrafo Martin Elliot, la convenció de tomarle la foto subiéndose el vestido y mostrando su trasero desnudo.

El escenario de la foto era una pista de tenis universitario en Edgbaston, Birmingham, la zona donde nació el tenis como se conoce hoy, en 1859.

Elliot le vendió la imagen del cartel a la cadena Athena y se vendieron más de dos millones de copias en todo el mundo.

Walker admite: "Creo que mis hijos le cuentan a la gente que la de la foto soy yo, pero la mayoría no les cree".

"Yo era muy ingenua, no me pagaron nada, y creo que es el póster más vendido de la historia".

Sin embargo, dice que no se arrepiente de haberlo hecho.

"Cada vez que lo veo me sonrío. Lo veo en lugares muy extraños", dice Walker.

A partir de mayo, la fotografía formará parte de una exposición en el Instituto Barber de Birmingham, cuyos organizadores afirman que será la primera exposición que abordará el tenis sobre césped desde un punto de vista artístico.

La curadora, Anne Sumner, asegura que la "Chica Tenis" es la imagen "que más se asocia con el tenis en Reino Unido".

En la exposición también se incluirán obras de los artistas LS Lowry y Stanley Spencer.

Walker cree que fue la iluminación de la fotografía lo que le dio su magia.

Además, asegura que no tenía idea en aquel momento de lo popular que llegaría a ser.

"Mi madre tiene una copia muy desgastada en lo que solía ser el estudio de mi padre y yo sólo la tengo en una postal muy pequeña".

Ella no jugaba con regularidad y tuvo que pedir prestado el vestido de tenis de un "amigo de un amigo", que luce en la foto junto con unas zapatillas de su padre y las pelotas de tenis de su perro.

"La foto tiene un lugar en la historia del tenis. Creo que Martin Elliott estaría muy orgulloso de que su foto esté en la exposición", añade.

Eso nunca lo sabremos: Elliot murió en marzo del año pasado, a los 63 años.

Lo que sí sabemos es que la foto ha inspirado a otros artistas y deportistas a retratarse de manera similar, como Pat Cash, quien dejó al aire su nalga australiana:

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