Trova y algo más...

domingo, 29 de mayo de 2011

Los peligros del laberinto de Calderón…

El Felipe ha sido quien ha adelantado los tiempos electorales.

Primero con la promoción de las alianzas opositoras, luego al llegar al extremo de pedir a su partido un candidato presidencial externo.

Ahora suscribe la candidatura de Ernesto Cordero, un colaborador leal, pero sin mayor historia. Calderón quiere gobernar y trascender, pero él es quien inició la guerra en su partido.

Como toda persona en ese estado de ánimo, el Calderón no advierte la manera como se le interpreta cuando comparte públicamente expresiones de incomprensión.

Los dardos presidenciales a sus críticos se le vuelven en contra.

Queda claro, como todos los presidentes en su quinto año, que Felipe Calderón padece un sentimiento de frustración por el escaso reconocimiento a las realizaciones de su gobierno y por el desentendimiento de algunos o muchos sobre las razones que impidieron que se alcanzara mucho más.

El Felipe, como todas las personas, vive en su interior una contradicción: por una parte, es quien gobierna y, por la otra, aspira a que uno de sus afines continúe en el proyecto político que en las más inciertas circunstancias empezó hace más de seis años.

En perspectiva, fue una hazaña que Felipe Calderón llegara a la candidatura y después a la Presidencia. Pero al igual que Vicente Fox, casi todo se quedó en el camino; ambos no entendieron la investidura, ni su tiempo, ni su poder, ni nada.

Al menos Fox fue más discreto en su frustración, pero todo lo resolvió en la lucha obsesiva contra AMLO. Tuvo éxito en su empeño, en parte, por la terquedad y soberbia del candidato que sí llevaba una ventaja considerable en las intenciones de voto a meses de las elecciones.

Calderón va al ataque. Pero la contradicción lo disminuye y, en ciertos frentes, lo anula.

Impulsar o dejar que impulsen (para el poder presidencial es lo mismo) de manera temprana la candidatura de Ernesto Cordero significa llevar a su partido al tercer lugar en las elecciones del Estado de México, premonitorio de lo que podrá ocurrir en el 2012.

Creel y sus adelantados tienen la mayor fuerza en la entidad, y sin chistar concedieron la candidatura a Bravo Mena, un hombre honorable como pocos, pero quien tenía décadas fuera.

Hoy Calderón les paga con un madruguete.

El panismo mexiquense de carne y hueso queda desarticulado y en las peores condiciones, a grado tal que no alcanzaría ni 18% de los votos, proporción que el mismo Bravo Mena obtuvo en 1993, cuando el país no conocía las elecciones en equidad.

Por llevar la fiesta en paz con el PRD no quisieron impugnar el registro de Encinas y ahora ven las consecuencias de la omisión.

Calderón va al ataque en el frente de la seguridad. Son las acciones y también la comunicación, pero las respuestas a fondo requieren de la coordinación con los poderes municipales y estatales, a quienes ha alejado por su embestida pública a manera de reclamo por el atraso en la certificación de los mandos superiores locales en materia de seguridad.

El Felipe insiste una y otra vez sobre la supuesta negligencia criminal de antecesores o de poderes públicos locales. Todo se queda en la recriminación y cuando se actúa, como ocurrió en Michoacán, se malogra el proceso por la fragilidad de los elementos probatorios. A destiempo exige del Congreso una reforma política, pero se queda callado sobre la aprobación en el Senado del mando único estatal. Una reveladora contradicción.

En la puja por la vacante en el FMI, Calderón promueve a Agustín Carstens, gobernador del Banco de México.

Envía a los suyos al cabildeo sobre una posición que significaría un honroso reconocimiento al ungido y al promotor, pero de poca relevancia para el país, además de la pérdida de uno de los más sólidos exponentes de la tecnocracia financiera en una posición pública fundamental.

Si Ernesto Cordero realmente va por la candidatura, su renuncia más pronto que tarde habrá de materializarse.

El eventual, aunque poco probable, retiro simultáneo de los titulares de los dos cargos más importantes en materia económica es un juego más próximo a la ligereza que a la audacia.

El Felipe ha sido quien ha adelantado los tiempos electorales.

La sucesión anticipada tuvo un primer momento en la promoción de las alianzas opositoras y el perfilamiento de Marcelo Ebrard como su posible candidato, al tiempo que la cúpula del PAN expulsaba del partido a Manuel Espino, el dirigente nacional cuando Calderón ganó la Presidencia.

En el despropósito, en marzo pasado Calderón llegó al extremo de pedir a su partido un candidato presidencial externo. Ahora, cuando la inercia de las preferencias se inclina a favor de Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota, sus afines suscriben la candidatura de Ernesto Cordero, un colaborador leal, pero sin mayor historia y prestigio que no sea el aval del Presidente, una contradicción casi perfecta de lo que representó Calderón hace seis años.

Lujambio dice que Cordero no es el candidato de Los Pinos, Madero se declara a disgusto y los demás intentan minimizar el golpe, pero nadie señala a su autor.

Calderón al ataque, quiere gobernar y trascender, pero él es quien ha iniciado la guerra en su propio partido.

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Federico Berrueto, fberruetop@gmail.com

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Culpables y cobardes...

Ciudad de México.- A dos años del incendio en la Guardería ABC de Sonora, donde fallecieron 49 niños y varios quedaron lesionados, el Juicio Ciudadano declaró culpable al Estado mexicano por esta tragedia.

En el documento leído en el Zócalo capitalino, por el juez en este caso, Emilio Álvarez Icasa se determinó que la PGR, el IMSS, el Poder Judicial, el Congreso de la Unión, la Presidencia de la República y la CNDH fueron responsables de la tragedia.

Asimismo se les ordenó ejercer acción penal contra los responsables de estos hechos.

También se condenó a que paguen un mes de trabajo comunitario por cada niño o niña que perdieron la vida o resultó lesionado en una guardería pública en atención directa a los infantes al entonces director de la Instituto Mexicano del Seguro Social, Juan Molina Horcasitas, así como a su sucesor Daniel Káram.

Esto es 153 meses, equivalente a 12 años con nueve meses de servicio comunitario.

Por la gravedad de los hechos quedan inhabilitados para desempeñar cualquier cargo público y o de representación los tres niveles de gobierno por un periodo de 20 años.

También al presentar una auténtica y sentida disculpa pública a los niños, niñas, padres, madres, familiares y comunidad entera que se vieron afectados en el incendio de la Guardería ABC, la cual se deberá realizar en una ceremonia pública en la misma localidad.

Además sugirieron al Estado mexicano construir un memorial en honor a las víctimas del 5 de julio en el lugar donde se encontraba la Gradería ABC.

Es de destacar que ninguno de los representantes convocados asistió.

Según dicen sus amigos cercanos, todavía andaban borrachos después del triunfo del Barcelona en la championslig

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sábado, 28 de mayo de 2011

Botella al mar para el dios de las palabras...

Hoy, en la Universidad de Sonora, terminamos un curso sobre comunicación y lenguaje.

Nos llevó un buen tiempo ponernos de acuerdo, primero, en lo que iba a tratar el curso, y después nos pusimos de acuerdo en que este tipo de cursos nunca terminan porque son para siempre, porque como se basa en el idioma, y el idioma está en constante evolución, podríamos pasarnos la vida hablando sobre lo que las palabras nos comunican y sobre los millones de significados que revolotean alrededor de nosotros todos los días, a todas horas, y que nos van convirtiendo en lo poco o mucho que somos.

Hoy terminamos formalmente el curso, y tengo la certeza de que el grupo, un hermoso grupo de muchachos que vinieron cada sábado, se va con un poco más de lo que trajo el primer día.

Y de eso se trataba finalmente: de aprender un poco más de lo que ya sabíamos.

Y como un pequeño homenaje para ese grupo y esos momentos compartidos, dejo aquí el texto que Gabriel García Márquez compartiera en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, en Zacatecas, en abril de 1997.

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A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta.

Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: “¡Cuidado!”

El ciclista cayó a tierra.

El señor cura, sin detenerse, me dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?”

Ese día lo supe.

Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder.

La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras.

No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual.

Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor.

No: el gran derrotado es el silencio.

Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna.

Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un ciclo grande en ese porvenir sin fronteras.

Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de diecinueve millones de kilómetros cuadrados y cuatrocientos millones de hablantes al terminar el siglo.

Con razón un maestro de letras hispánicas en los Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países.

Llama la atención que el verbo pasar tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la república del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aun no se ha inventado.

A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica.

Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: “Parece un faro”.

Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo.

Que Don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es el color de los enamorados.

¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempos no cabe en su pellejo.

Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo veintiuno como Pedro por su casa.

En ese sentido, me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros.

Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos.

Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver.

Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que les lleguen al dios de las palabras.

A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis doce años.

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¡Visca el Barça...

La nota dice que FC Barcelona se consagró este sábado (¡hoy, hoy, hoy!) campeón de la Liga de Campeones de Europa 2010-2011 al superar en la final, ante un repleto Estadio Wembley, por 3-1 al Manchester United.

El campeón del futbol español marcó claras diferencias sobre los 'Diablos Rojos' y obtuvo así su cuarta corona en el certamen más importante a nivel de clubes en el Viejo Continente.

Los catalanes habían ganado anteriormente la 'Orejona' en las campañas 1991-1992, 2005-2006 y 2008-2009.

En la 'Catedral del Futbol', los pupilos de Sir Alex Ferguson comenzaron manejando la esférica y tomando posesión del terreno con la permanente movilidad del mexicano Javier 'Chicharito' Hernández y la figura del equipo, Wayne Rooney.

No obstante, el elenco que dirige Josep Guardiola recuperó su acostumbrada clase a partir del minuto 15 y puso las cosas es orden. Como ha sido la tónica durante la temporada, el rival del Barza comenzó a correr tras el balón.

Con un sólido circuito en medio terreno, zona encabezada por Iniesta y Xavi, y la aparición llena de peligro de Messi, Barcelona se convirtió en dueño y señor de las acciones. Por esta razón no extrañó el gol a los 27' de Pedro, quien recibió por derecha una gran asistencia de Xavi y definió con un derechazo bajo, a la izquierda de Van der Saar.

Cuando Manchester era totalmente anulado y sólo veía como pasaba la pelota, una esporádica llegada le permitió a los ingleses emparejar el marcador con la conquista a los 34' de Rooney, con un derechazo colocado a la entrada del área, luego de un pase de Ryan Giggs, quien estaba colocado apenas en fuera de lugar, algo que nadie reclamó.

En el complemento continuó la sinfonía 'culé', exhibiendo un rápido traslado de la pelota, y se puso merecidamente en ventaja a los 54' con anotación del calificado como mejor jugador del mundo, Messi, con un zurdazo desde fuera del área que superó la estirada a destiempo de Van der Saar, en su último partido bajo los tres palos a nivel profesional. (En el equipo América de México se especula que Guillermo Ochoa suplirá al holandés, algo que sólo el 28 de diciembre puede creerse).

Manchester United no tenía respuestas. No sólo le controlaban la esférica, sino que también el partido debido a la maciza presentación del campeón de Liga en España, con una generación de oro con un número importante de jugadores formados en la cantera.

Así, FC Barcelona sentenció el pleito a los 69' con una joyita del artillero español David Villa. El 'Guaje' recibió cerca del área y con un derechazo ubicado batió al meta del United.

Un 3-1 ya irremontable para los 'Red Devils'.

Cuarto título para el Barza y el tercero derrotando en la final a un equipo inglés. Desde el 2005 el cuadro catalán ha ganado 15 tí­tulos, demostrando que es el club más ganador del último tiempo, con Messi como estandarte.

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Yo, que de futbol sólo sé lo que me han contado a través del televisor, vi a un equipo que dominó el juego, que realizó como 300 pases (casi por nada tuvo cerca del 70% de posesión del balón) y le dio hermosura a un deporte que los propios dirigentes de la FIFA y las ligas de otros países se han encargado de llenar de excremento con sus ambiciones personales, que ha interpuesto a la pureza de un juego que se basa en algo tan simple como es pensar en equipo y ya.

Ahora mismo la FIFA es un nido de delincuentes de cuello blanco que se miran cada día en un espejo de irrealidades, sobre un escenario transparente. Y en México esa delincuencia no sólo ha mediocrizado el futbol profesional, sino que han convertido un duopolio televisivo en la conciencia futbolera del país.

Así las cosas, ver un partido como el de hoy le da un soplo de esperanza al deporte, y a los aficionados les permite ver que no todo lo que brilla en el futbol mexicano es oro: hoy la selección mexicana sólo pudo sacar un miserable empate con Ecuador... ¡Uuuuuutoooooossssss!

¡Visca el Barça…! ¡Visca Catalunya!

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martes, 24 de mayo de 2011

Que tiende a hacerse agitanado...

La palabra flamenco tiene en español tres significados distintos, y cada uno de ellos difiere de los demás precisamente porque tiene un origen completamente diferente.

Así, flamenco puede significar "natural de Flandes", si procede del neerlandés flaming; o "cierta ave palmípeda (Phoenicopterus roseus), de coloración intensamente roja en la cabeza, espalda y cola, parte superior de las alas, pies y parte superior del pico", si procede del provenzal flamenc: rojo como una llama (literalmente, "llameante"), del latín flamma: llama; o, por último, "lo relativo a lo andaluz que tiende a hacerse agitanado (como el cante o el baile)", cuando procede del árabe egipcio fellahmencu, literalmente "campesino huido", que se refiere a los moriscos que se refugiaron en las montañas de Andalucía.

Mmm… pues ¿qué les diré…?

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lunes, 23 de mayo de 2011

Les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre...

Hoy, como dice la lépera sentencia: "les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre...", inauguramos la muy gustada sección "Si las palabras hablaran", que he tenido el atrevimiento (mjú) de fusilarme no sé de dónde, pero de que me la fusilo, me la fusilo...

Tengo la vaga idea que Reader’s Digest editó alguna vez el folletín, en cuya presentación (esto lo digo de memoria, eh) el filólogo Felipe San José dijo que Don Miguel de Unamuno, el polémico filósofo, el profundo lingüista, el desgarrado poeta, aconsejaba -¿o, tal vez, ordenaba?-: "Escudriñad la lengua, porque la lengua lleva, a presión de atmósferas seculares, el sedimento de los siglos, el más rico aluvión del espíritu colectivo; escudriñad la lengua."

El doctor Óscar Holguín, alias el Polacas©, grita cada sábado, ya bien borracho, en la mesa 6 del bar Pluma Blanca: “No es lo mismo tender a subir que subir a tender…”

Y decía el ilustre filólogo arabista Emilio García Gómez que "cada palabra es un mundo".

Efectivamente, un mundo extraordinariamente complejo y extraño, vivo y palpitante, cargado de historia, rico en misterios y sorpresas, con zonas bien conocidas y otras por descubrir.

Por eso, adentrarse en el mundo de las palabras es emprender una aventura apasionante.

Así que vamos a explorar aquí algunos de esos pequeños mundos.

Vamos a escudriñar unas palabras.

¿Vamos?

Vamos, pues…

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Chocolate

La palabra chocolate nombra una deliciosa y reconfortante bebida y también una rica golosina.

Su origen es evidentemente americano y seguramente mexicano, pero su etimología no está del todo clara.

Dejando a un lado los galimatías de algunos lexicógrafos despistados, hay dos opiniones serias al respecto: una que supone un origen maya, y otra, tal vez más confiable, según la cual procede del náhuatl chocóatl, compuesto de chócoc: agrio, ácido; amargo, yátl: agua o bebida (literalmente "agua o bebida agria, ácida o amarga"), que dio chocolate y también cocoa.

Además, hay la versión según la cual la palabra proviene del náhuatl chocócatl o chocoxtícatl, compuesto de chocóxtic : café amarillento, yátl: agua.

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domingo, 22 de mayo de 2011

¿Cómo no te voy a querer...

Digamos que muy futbolero no soy, pero al fin de cuentas en México uno no se puede sustraer de la inercia de este deporte, que en su fase profesional es un mundo de corrupción.

¿Y qué le vamos a hacer?

Hoy se coronaron los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM.

Ya. Es todo. Se acabó la noticia.

Porque si nos fijamos bien, veremos que hay muy poco que el futbol mexicano le ha dado a este deporte en el mundo.

Veamos:

1. La Tota Carbajal, quien duramente mucho tiempo fue el único que había jugado cinco copas mundiales. Todo un récord, cierto, que a los cronistas de televisión les gustaba mucho repetir, escondiendo ese otro registro de la Tota Carbajal: ser el portero más goleado en los mundiales.

2. Las piruetas de Hugo Sánchez, el chilango más español (al revés que la Rocío Dúrcal) que marcó toda una historia en el futbol de la madre patria (como todavía le dicen a España).

3. La comercialización del Chicharito Hernández, que todavía está en veremos como jugador después de un primer año fenomenal en Inglaterra.

4. Aquí iba a poner la "ola", pero en realidad la ola en los estadios nació en los parques de beisbol de Canadá (en Toronto, si mal no recuerdo), en las Grandes Ligas.

5. Indudablemente, la mayor aportación del futbol mexicano a la historia del futbol mundial es el grito de "¡Puuuuuuutooooooooo..."!, que estúpidamente exhalan los aficionados más imbéciles cuando el portero del equipo visitante despeja el balón desde su portería.

En el colmo de esta pendejada, he visto y escuchado como en un premundial femenil realizado en México, los aficionados le gritaba "¡Puuuuutaaaaaaaaa!" a la portera del equipo contrario a la mediocre selección nacional.

Pues sí, futbol mexicano: "¿Cómo no te voy a querer...?"

Y luego con la cruda que me traigo, mmm...

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Con calzoncillos limpios...

¡Utamadre!: yo creí que efectivamente el 21 de mayo (o sea, ayer) se acabaría el mundo, y en mi convencimiento de ese final decidí embriagarme hasta perder el sentido.

Nunca lo hubiera hecho.

Déjame que te cuente, limeña: empecé a beber el viernes (20 de mayo) por la tarde para esperar el fin del mundo en calidad de bulto (en calidad de bulto yo, no el fin del mundo, se entiende, ¿no?), pero nada pasó a las 12 de la noche, hora en la que pensé que acabarían las penas para toda la humanidad.

Como nada sucedió a esa hora, continué bebiendo todo el sábado 21, creyendo que en cualquier instante, sin avisar nada ni nadie, una luz cegadora o un disparo de fuego (gracias, Silvio) terminaría de golpe y tajo con el mundo y sus alrededores.

Pero no pasaba nada, sólo escuchaba los gritos de la Araceli diciéndome que lo mejor que podía pasar era que se acabara el mundo de a deveras, porque si no, a mí se me iba a acabar el mundo, el cráneo y el lomo de tanto coscorrón, arañazo y mordizco que me iban a dar (mujeres, gato y perros que habitan la noble casa donde vivo), pues ya los tenía hartos a todos con tanto salmo cristiano puesto a todo volumen en el fondo del patio, junto a la hielera colmada de cerveza helada helada… mientras le daba una lavada (una última lavada, según yo) a mi moto Vento Rebellian, que según el velocímetro alcanza 140 kilómetros por hora…

Harto de beber por más de un día, empecé a dudar si en realidad el mundo terminaría el sábado 21 de mayo, y en mi pendejez naturalita nunca imaginé siquiera que en las islas "Kiribati", conocidas originalmente como las islas Gilbert, ayer sábado ya era como la madrugada del lunes.

Total: el mundo no se acabó (al menos el mundo como lo conocemos, con deudas, corrupción, impunidad y todas esas imperfecciones que no quita ni una tonelada de Angel Face) y ando ahora mismo con un crudón (resaca, para los muy cultos) espantoso… y todavía me faltan los coscorrones de las chicas superpoderosas, los arañazos del gato (que es el más enojado, ciertamente porque no lo dejé dormir felinamente) y las mordidas de los perros, que esos sí con unas cuantas galletas los puedo sobornar como a viles cuicos…

Y ¿saben qué?

Lo peor de todo es que se me olvidó lo que Rubén Blades dice en “La canción del final del mundo”: que hay que esperar este evento con calzoncillos limpios…

Total: el mundo ya se iba a acabar y no era cosa de andar con fruslerías aristócratas… ni que fuera uno de la realeza europea, que dicen que es la más rancia, jeje…

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(Ya saben, para ver el video deben pedirle permiso a Silvio allá abajo: sólo ponerlo en pausa y listo).

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sábado, 21 de mayo de 2011

¡Hoy... hoy, hoy...

Hoy (¡hoy, hoy!, Fox dixit) se va a acabar el mundo.

No pasa nada, guys and gays, ya saben: si algo es inevitable, relájense y gócenlo…

Y yo ya lo estoy gozando: la hielera está hasta el tope y los salmos están a todo lo que dan… creo que ya hasta estoy levitando…

Lo único que me da tristeza es que hoy se acabe el mundo y que el Cruz Azul no vuelva a ganar un campeonato…

Eso sí que está cabrón...

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viernes, 20 de mayo de 2011

Con el deste en la mano...

Corrían los primeros días de septiembre de 1973 cuando un puñado de mocosos ingresamos a la Escuela Preparatoria Unidad Regional Sur (la gloriosa EPURS: larga vida y a la bestia), allá por la salida hacia Huatabampo, tierra de los generales y de algún que otro soldado raso, en aquel Navojoa y aquella preparatoria que todavía recuerdo con emoción y orgullo nomás porque ahí me dio el primer beso la Elsa y me dejó todo babeado el océano, sintiéndome un molusco al que acaban de bañar en sal; o sea, retorciéndome en mi propio asquito: ¡Guácala, bróders and sísters...

No miento si les digo que todos los muchachos que íbamos al primer semestre, lo hacíamos con el técnicamente llamado “deste” en la mano. Y es que la tradición marcaba que los novatos teníamos que pasar por la ley de la tijera; es decir, que los preparatorianos de segundo y tercer año podían con toda impunidad hacer cera de nuestras luengas melenas y pabilo de nuestro orgullo de roqueros. Algo así como lo que hacen hoy en día los sicarios con la plebe de a pie, y que luego las autoridades en su propio jugo de estupidez califican como “ajuste de cuentas entre el narco”. Ajá. ¿Y los inocentes que quedan tirados como jamón del sándwich qué...?

Bueno, el caso es que así estaba establecida aquella norma no escrita en la prepa, y parece pues que también está no escrita la norma de que el crimen organizado puede hacer y deshacer a su antojo lo que desee, que al fin y al cabo para esos están las autoridades de los tres niveles de gobierno: para no detenerlos, faltaría más...

El caso es que pelones acabamos todos aquellos varones bien nacidos que ingresamos al primer semestre en septiembre de 1973. Hace casi 37 años de ello: uno cierra los ojos y alcanza a ver a algunos seres queridos que navegan bajo el mismo cielo y que respiran el mismo aire que toda aquella bola de navojoenses de esos días que fuimos a mucha honra, que apenas andaban gateando por los suelos del tiempo, mientras nosotros andábamos gateando pero por los tejados de una floración hormonal que no cabía en el cuerpo y que se derramaba a la menor provocación, y que ahora no son más que rüinas de la patria mía, como dice el viejo y conocido poema de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía…”, etc. etc. dice alguien por ahí: mmmm…

Todos terminamos pelones, menos uno: Marco Espejel Yocupicio, del merito Sibiral, una comunidad de mayos que florecía a orillas de la carretera que lleva a San Ignacio Cohuirimpo, más allá de Tetanchopo, donde está situado el penal en una loma, en el que aún le echan reja a toditito el que toma (donde aún le echan reja a toditito el que tomaaaaaaa: Recordemos que ésta es la semana del corrido. “¡Qué asco!”, dirán algunas chicas nice que conozco. O sea: ¡Hello!).

El Marco Espejel, decía, fue el único que se salvó de la ley de la tijera. Una cosa simple y mundana fue lo que lo salvó: su fealdad. En serio. Ninguno de aquellos malandrines de segundo y de tercero se animó siquiera a acercársele. Y ni necesitaba que lo raparan. El Marco era tan feo que nadie le sostenía la mirada. Incluso hoy, yo con toda mi regordeta figura y mi calvicie jubilosa parecería Brad Pitt a su lado. Sin la Jolie, claro, que me cae como gorda…

Pobrecito el Marco. Según me contó una vez un tío borracho que él tenía, que cuando nació se le acercó el doctor a su mamá y le dijo: “Señora, hicimos lo que pudimos, pero el niño nació vivo. Lo sentimos”. Y es que en verdad era feísimo. Pero era muy buena gente. Es que no le quedaba de otra si quería tener amigos. En el fondo, era un tipo noble. Medio pendejón, pero noble. Y no es que toda la gente del Sibiral fuera así, pero el Marco era algo especial. Escribía poemas, como alguien que yo conozco. Y le gustaba tocar la guitarra. Cantaba horrible. Por eso le decíamos el Sapo cancionero.

Una vez, cuando las cosas en aquel 1973 se pusieron muy feas en la prepa, y el movimiento estudiantil estaba a todo lo que daba, hubo una redada y metieron a la cárcel como a cien estudiantes. Y a todos los agarraron en una manifestación que terminó en el Mercado Municipal, donde se hacían los mítines con líderes arengando a las masas desde el techo de aquellos camiones que corrían a Huatabampo, Bacobampo, Etchojoa y puntos circunvecinos. Los Mayitos, pues.

A todos los agarraron el pleno mitin, menos al Marco. A él lo sacaron del baño de su casa, con los pantalones abajo, y se lo llevaron a rastras. Lo metieron a la cárcel sin causa alguna, pensábamos todos los del grupo de primero. Y cuando fuimos a preguntar por él a la comandancia, los policías dijeron que se lo llevaron porque les pareció un individuo sospechoso. “Es que está tan feo, que parece culpable de cualquier cosa que lo acusen”, dijo el famoso Gordo Zavala cuando lo entrevistó creo que Feliciano Guirado para el Informador del Mayo.

Pero qué va. El Marco era un pan de dios. Horrible, pero un pan de dios al fin y al cabo. Finalmente, todos llegamos a la conclusión de que si por ser feo lo iban a estar metiendo a la cárcel, pues su vida iba a ser una cadena perpetua. Y sin chance de pagar fianza. Ni siquiera iba a tener la mínima oportunidad de salir bajo palabra. Nada. Puro bote y ya. Cosa que no supimos a ciencia cierta, pues después del episodio de la cárcel, el Marco se salió de la preparatoria y nunca más volvimos a verlo. Ni siquiera su paisano el Jairo Moroyoqui Bay, habló de él en su libro de crónicas del sur de Sonora, en el que recopiló a todos los habitantes célebres de El Sibiral, que nomás son como cuatro, por lo que forzosamente tuvo que incluir la historia de dos vacas y como diez perros para poder completar las 60 cuartillas que le exigió el editor del libro. Ah, qué cosa tan hermosa es la cultura.

Por cierto, el Jairo dice que no es cierto que el referente principal de uno en la vida son los días más felices o los de mayor importancia o cuando la gente se casa o cuando bautiza a sus hijos o cuando se gradúa o cuando compra su primer carro o cuando recibe su primer quincena o cuando le ofrecen a uno la primer prueba de amor, aunque le cobren.

No, los momentos que lo marcan a uno para siempre, dice El Jairo, son —la mayoría de las veces— aquellos que ni siquiera se da cuenta uno de que suceden y que otras personas vienen a recordárnoslos, incluso, en ocasiones, muchísimos años después.

Cuando uno está con sus amigos de toda la vida, continúa El Jairo, no vienen y nos dicen “¿Te acuerdas del día que te graduaste?”; no, nunca falta alguien que venga y nos diga, a veces sin prevenirnos siquiera, “¿Te acuerdas del día aquel que te caíste en el lodo y te quedó el traje echo una verdadera basca?” o “¿A poco ya se te olvidó cuando te andabas muriendo la vez aquella que se te atravesó una aceituna en la garganta?, si desde entonces te dicen El Olivas” o “¿Qué no te acuerdas del día que fuimos a Yécora y que según tú ibas a cortar leña y te cayó un rayo justo cuando ibas a dar el primer hachazo? Yo creo que desde ese día tienes el tic ése en el ojo izquierdo y caminas medio ladeado... además se me hace que desde entonces apestas como a quemado”.

Y se queda uno pensando: “Si, ese día, esos días... todos esos días”, y uno se da cuenta que, de acuerdo con la teoría de El Jairo, de “esos días” está llena la vida, de esos días que nos señalan con su dedo flamígero diciéndonos “Yo sé que un día no aguantaste las ganas de agarrarle las destas a la Carmen en el elevador y te dio un cachetadón marca llorarás, y que todavía te gritó que para eso eran, pero que se pedían”.

Y nos repasan sin misericordia “Yo sí me acuerdo del día que te pasaste una luz roja y te detuvo un tránsito y se enojó porque tú le ofreciste 17 pesos y que te dijo que ni que fuera alcancía, y que te bajó 50 pesos y además te ensartó una infracción”. Sí, hay días así, y están repartidos por casi toda la vida.

El caso es que años después, en la “Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras”, el grupo argentino Les Luthiers explicó claramente que parecido no es lo mismo. Es decir, no es lo mismo ser que parecer. Y que lo de afuera no tiene que ser necesariamente lo que uno lleva adentro. Cuando escuché esto, me acordé del Marco, porque si bien por fuera era horrible, por dentro estaba más bonito que Elena de Troya.

Y yo por eso dejé de creerle a los políticos nuestros de cada día que parece como que saben de lo que hablan cuando arengan al gentil pueblo de a pie a que no bajemos la guardia en la lucha contra el narco, impunidad incluida, aunque parece ser la línea feroz de demagogia que nos marca, porque entre lo que se dice y lo que se hace hay mucho trecho.

Y sí, ellos, los felices legisladores parece que saben lo que dicen.

Pero ser no es lo mismo que parecer: y el que sabe es inteligente, y el que parece quiere serlo. Así nomás.

Chin: tan bien que iba lo del Marco…

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A coger y a bailar, que el mundo se va a acabar...

Ahí en hazmeelchingadofavor.com dicen que el mundo se va a acabar mañana sabrá dios a qué horas (hazmeelchingadofavor.com/2011/05/20/el-mundo-se-va-a-acabar-manana), o de qué modo o manera.

El caso es que el mundo se va a acabar mañana, y no estaría nada mal hacerle caso a la rumba lépera que de vez en cuando (ya ven que eso de que se acaba el mundo es cíclico) se escucha a nivel casero, porque las radios ya no ponen música lépera, nomás transmiten canciones más corrientes que la Diva de la Banda y más cursi que la Camila: “A coger y a bailar que el mundo se va a acabar…”

Bueno, como todos ya sabemos, mañana se acaba el mundo, nos guste o no…

No lo decimos nosotros, no los cuenta Robert Fitzpatrick, un cabrón que gastó más o menos 140,000 dólares de su propia lana para avisarnos que mañana empieza el temido Apocalipsis.

Como todos ustedes saben menos yo, el libro del Apocalipsis o “Apocalipsis de Juan” es el último libro del Nuevo Testamento. También es conocido como Apocalipsis de Jesucristo por el título que al principio se da a este libro, y en algunos círculos protestantes simplemente como Revelación o Libro de las revelaciones.

Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético (merci beaucoup, Wikipedia).

Bueno, que así sea.

El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia.

La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad de la revelación, y como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.

Pero el sólo anda pasando la voz, a él se lo dijo un tan Harold Camping, un radiolocutor cristiano que dice que mañana empieza el desmadre y que el mismísimo Dios destruirá la tierra por completo el 21 de octubre.

Y, claro, el güey nos recomienda seguir su transmisión y visitar su pagina el día de mañana para explicarnos bien el pedo, jajaja. ¡Hazme el chingado favor!

Bueno, con gusto les informo que por reddit se les está preguntando a La Banda de Nueva Zelanda y de Australia cómo les fue, y al parecer les fue a toda madre.

- “Everything went better than expected”, dijeron.

Bueno, pues si el mundo se va a acabar, seguro que será por las babosadas que facturamos los humanos (unos más que otros, claro: aquellos que tienen el poder de su firma, como el mamón del Obama o los huleros europeos que se sienten dueños de la parte más fría del mundo).

Como sea, salud, y a coger y a bailar, que el mundo se va a acabar…

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jueves, 19 de mayo de 2011

Ser o tener un amor así…

Llegó y se plantó frente a mí como seguramente se plantó Helena —esposa de Menelao, rey de Micenas— frente a París —hijo de Príamo, rey de Troya— antes de que este caón parisino se enamorara de ella y la encajuelara en una de las naves troyanas para llevársela do pudieran vivir felices, pero no contaban con la astucia de Brad Pitt en su celebrada interpretación de Aquiles, novio de Patrocolo, el de las nachas redondas… así se plantó frente a mí y me dijo: “Soy Yesenia Sánchez (YS), ¿me recuerdas?, fui tu único y gran amor para siempre cuando estábamos en la secundaria…”, y después le dio un chupetón a la paleta de vainilla con fresa que traía en la mano derecha.

Yo, que soy de natural miedoso, vi a la tal Yesenia y sentí que el mundo se me venía encima: hagan de cuenta que era como mi prima Oyuki, que es de la generación XL, y la Pig juntas… y sin anestesia. Y ante tamañas redondeces, ¿qué me iba a andar acordando que había sido, hace como mil años el único, verdadero y para siempre amor de mi vida? ¡N’ombre! Ni que yo fuera como el tipo del comercial de la Tecate, que nomás le llegó al novia de antaño le dijo a sus amigos: ¡Saben qué?: me les caso…

Hagan de cuenta que así me pasó aquella vez a mí, pero sin ese final feliz…

Y es que hablar de amores únicos, verdaderos y para siempre es como quitarse la piel con un pela papas para encontrar respuestas a preguntas que uno ni siquiera ha formulado.

Verán: amar es una práctica o un oficio que comporta en cierto modo una ritualidad ceremonial parecida en muchos casos a actos sagrados; escribir tiene cierto parentesco con una liturgia particular donde la facticidad real del mundo circundante o la objetividad empírica de lo dado-constituido, de alguna manera, es sometida a permanente catarsis, dijera mi amigo el Dr. Holguín…

Y es que puede decirse que uno se enamora para no morir del todo, para hacerle una trastada a la muerte. Algunos dicen que uno se enamora para trascender; otros sostienen que aman porque no soportan el pesado fardo de la realidad y necesitan forjarse un mundo aparte, alterno o paralelo donde puedan coexistir mejor con sus fantasmas. Hay quienes, incluso, llegan a afirmar que aman porque no pueden dejar de hacerlo. No obstante, en rigor, es saludable reconocer que existen temperamentos que una vez descubierto el "vicio de amar" ya no pueden, so pena de prescindir de su propia existencia, dejar de hacerlo.

Y otros, como dice alguien que yo conozco, aman para recordar, para alimentar su paso por la vida. Si nos sujetamos a las etimologías, veremos que Re-cordar, a-cordar, es traer al corazón, sentirlo en él de nuevo, como entonces. Y saber de memoria, como dicen aquellos: to know by heart, llevarlo en el corazón, tenerlo escrito, porque los recuerdos son cosas que se hunden. Si no, nunca podrían ser profundos. Tal vez como bolsitas de té, bolsas de luz: «luz que medra en la sombra, más espesa/ hace la sombra, y más durable acaso». Y es el nombre, o un olor, el hilillo que podemos usar para intentar tirar de ellas. Y según, en nuestro mar, se van hundiendo las bolsas, más probable es que, un día, el hilo se rompa. Que dejen de ser nuestros los recuerdos. Que empecemos nosotros a ser suyos. Y que sea la marea, esa inmensa marejada interna, la que, sin intervención de nuestra voluntad, un día u otro se revuelve y nos arroja los recuerdos, buenos o malos, avasalladores, a borrar las tonterías que en ese momento estemos pensando.

Para recordar, en fin, hay que olvidar primero. Juegan al escondite los recuerdos. Te tengo en la punta de la lengua. Te convido a un recuerdo; no me tomes a mal. Que es que yo ya no sé cómo llamarte. Y salen del olvido lavaditos los recuerdos, como en líquido amniótico, relucientes: como las piedrecitas del camino que se dejan caer en el agua, en el mismo lavabo de casa: y salen relucientes, las mismas y no las mismas, como si, de repente, hubieran recobrado la infancia.

Hasta las mismas diosas olímpicas, que sabían de amor y de tiempo, se lavaban una vez cada año en el Leteo, el río del olvido que fluye por la sombra; para recuperar, dicen los zafios, la virginidad. Pero esto, seguramente, haya que interpretarlo ampliamente: la virginidad de la vista, la del corazón, la de la lengua. Para ser eterno hay que saber olvidar. Sabemos que es un sofisma, pero si olvidáramos algo lo bastante hondo, debajo de nosotros, estrato tras estrato, primero la conciencia, luego la subconsciencia, después el inconsciente común, después lo que no tiene ya nombre: ¿adónde irá a buscarlo la muerte? ¿Cómo no dudar si será eterno, puesto que de nosotros no depende?

Se recuerda la infancia, dicen, casi siempre. O es la infancia la que siempre recuerda. La vida es indigesta y reiterada: los primeros platos aún nos repiten. Primeros juegos, besos primeros. Pero es la infancia misma la que siempre recuerda: como nada más despertar de la siesta se recuerdan, confundidos, los ensueños, y uno, si acierta a quererlo, empieza a tirar del hilo, y va surgiendo toda (hasta allá donde se corta) la memoria de todo lo vivido, de todo lo soñado. Yo estaba cayendo...

Pero antes, ¿qué era? Cruzaba una llanura, camino del precipicio. Y veía, por el camino que venía del abismo, por el camino de baldosas blancas, a todos los amigos que entraban en el sueño, que venían con los ojos nublados, avanzando en sentido contrario al mío... Pero antes, ¿qué era? Antes había cruzado la alambrada, asustado, consciente de llegar al final, deseoso de andar, sin saber aún que me esperaba el abismo. Y antes... Antes ya no lo sé. Seguramente era una guerra. Era la ciudad de mi infancia, donde yo paseaba en bicicleta entre largos soportales. La ciudad de las columnas. Pero ya no sé decir por qué luchábamos. Sólo sé que tuvimos que huir, que sólo yo pude llegar hasta la zona maldita, protegida por alambradas...

Y cambia ya la dirección del sueño, se da la vuelta la cinta, y no es posible ya rebobinar más atrás: y qué bien sabe uno cuándo empieza a mentir, a inventarse a conciencia lo que falta. Que son como trozos de cemento que uno añade para apoyar los trocitos que valen, las piedras sacadas del agua. Y es lo mismo cuando escribes, y estás inspirado: que tienen las cosas el mismo sabor de verdaderas, aunque nunca hayan sido, el aire de recordar los recuerdos del otro que no es uno.

Se echan cada día a lavar los sentimientos. Se recuerdan la infancia y el amor. Del resto el inconsciente, que es quien sabe, se va quedando limpio con el tiempo. Probemos alguna vez a preguntar qué recuerdan los viejos. De la infancia ya hemos dicho bastante, sin duda demasiado. Probemos a ensuciar el amor: ¿por qué tzingaos lo recordamos? Yo pensaba una vez que el amor, después de todo, es el último juego, el que acaba de una vez con la infancia. Queda bonito y es trágico, pero yo recuerdo el amor en la infancia, ser un niño y amar. Quizás el sexo sea otra cosa; pero amar es algo sublime que está por encima de los cuerpos, ya sabes…

Recordemos el amor: ¿hay algo de verdad en él que no sintiésemos cuando niños? El rubor, el pulso desordenado, la incapacidad de articular palabra, la rotunda negativa a aceptar, como dicen los demás, que lo que te pasa es que estás enamorado. Porque estar enamorado, y eso un niño ya la sabe, es algo que dura un tiempo, que tiene que ver con las relaciones sociales, con las estructuras del parentesco y porquerías parecidas.

Y esto que uno siente no tiene nada que ver con eso, es un delicioso escalofrío, una enfermedad para lo que uno no posee ni quiere anti-cuerpos. Y quieres verla y no verla, verlo y no verlo; y sientes un dolor placentero, pero dolor, del que hace apartar la mirada como se aparta la mano de la llama. Y es como si, cuando está el amor, entrara la música en la película de la vida: es el amor el sentido que uno intuía que tenían las cosas. Y va el amor al lado del cariño, pero ya uno de pequeño sabe que no es lo mismo; y tal y cual son tus amigos y amigas, pero cuando llega esa otra, ese otro, que quizá ni siquiera son amigos como los otros, quizás se les conoce mucho menos, quizás nos son hostiles y desdeñosos, siente uno que a los amigos los quiere, pero que por lo otro uno, llegado el caso, los traicionaría y abandonaría (sintiéndolo mucho, sintiendo caerse un cacho del corazón): eso dicen los filósofos, y habrá quienes estén de acuerdo con eso.

Pero yo no estuve cuando vino y se plantó frente a mí y me dijo con toda su amplia redondez, como si fuera la luna que rige a cáncer y a los lunáticos: “Soy Yesenia Sánchez, ¿me recuerdas?, fui tu único y gran amor para siempre cuando estábamos en la secundaria…”, y después le dio un chupetón a la paleta de vainilla con fresa que traía en la mano derecha.

Yo sentí un escalofrío que me recorrió desde la nuca hasta donde ustedes se imaginan, y después salí corriendo: ya ven que ya todo me vale máuser… ha de ser por la sangre apache que corre por mis venas, je…

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