Trova y algo más...

jueves, 28 de diciembre de 2017

Los miserables II…


(Foto: PeriódicoCentral)

Puebla/Ciudad de México, 28 de diciembre (PeriódicoCentral/SinEmbargo).- Jorge Aguilar Chedraui repartió aguinaldos en una función de teatro para niños sin el consentimiento de los artistas que daban el espectáculo de manera gratuita, según denunció el actor y director de teatro Oskar Santellán.

A través de Facebook, Santellán denunció que el diputado local panista y aspirante a un cargo de elección popular utilizó su función gratuita en el Centro Histórico de Puebla para hacerse publicidad entregando aguinaldos compuestos por cacahuates, galletas de animalitos y confetti.


El actor reprochó que se utilicen los eventos callejeros de teatro para fines electorales, además señaló a Aguilar Chedraui por la desaparición de programaciones de grupos locales de teatro, música y danza, así como el olvido de proyectos como el Festival de Teatro “Héctor Azar”.

Sería oportuno que antes de “gorrearse” un evento se acerque a platicar, para que sepa qué pasa con los artistas independientes de esa Puebla para la que legisla partidas presupuestales que solo hacen golpear a sus artistas locales”, criticó el actor y director de teatro.

El actor incluso ironizó con que a Aguilar Chedraui le faltó poner su cara en los raquíticos aguinaldos como lo hizo la diputada local de Zacatecas, Iris Aguirre, ahora conocida como #LadyPollos.

(http://www.sinembargo.mx/28-12-2017/3367673)

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martes, 26 de diciembre de 2017

Los miserables I…


(Foto tomada de Sinembargo.com)

Ciudad de México, 26 de diciembre (SinEmbargo).- Iris Aguirre Borrego, diputada del Partido Encuentro Social (PES), generó polémica al entregar pollos rostizados, que incluían una etiqueta en el empaque con su imagen, como cena de Navidad en Fresnillo, Zacatecas; al parecer las imágenes fueron compartidas por ella misma en sus redes sociales.

La legisladora publicó en su página de Facebook cerca de 20 fotografías y 7 videos acompañados de la frase “No hay nada más hermoso que compartir esta Navidad con los que más lo necesitan! #TeAmoFresnillo”, en los que se podía observar a la diputada posar junto a los pollos rostizados que fueron transportados en una camioneta; también aparecía caminando por las calles y platicando con las personas a quienes les entregaba uno de los empaques.

Los usuarios de redes sociales reaccionaron al hecho y compartieron mensajes de crítica acompañados del hashtag #LadyPollos.

“Pondré mi foto para que no se les olvide que gracias a mi pudieron tragar los pobres estos #LadyPollos”, escribió un usuario.

Al parecer las imágenes fueron borradas de sus páginas debido a que no aparecen ya en ellas.


Esta no es la primera vez que la legisladora de Zacatecas da de qué hablar, en noviembre de este año Aguirre Borrego informó a través de su página de Facebook la entrega de mallas metálicas a habitantes del municipio de Valparaíso para “prevenir” violaciones sexuales a niñas de esa comunidad.

Según la diputada, el material entregado serviría para incrementar la seguridad en las casas de los habitantes y reducir con esto las violaciones contra las menores de edad. “En apoyo a nuestros hermanos tepehuanos de la Sierra de Valparaíso, hemos otorgado malla para cercar y prevenir de esta manera que sigan entrando a violar a sus niñas”, escribió en su red social.

La reacción de las redes sociales tampoco se hizo esperar en aquella ocasión en la que usuarios cuestionaron que la malla metálica fuera realmente una solución ante la inseguridad que sufre la comunidad de la Sierra de Valparaíso.

Además, en noviembre de 2016, Iris Aguirre justificó las políticas antiinmigrantes que, en ese momento, Donald Trump planeaba aplicar cuando llegara al poder. “Son los mexicanos los que se quieren pasar de listos, son los mexicanos los que tienen mala fama”, afirmó la Diputada en la tribuna en busca de argumentar su discurso a favor de Trump.

Ante tales declaraciones fue bautizada en Internet como #LadyTrump.

“Los problemas que han ocasionado los latinos en ese país han sido muy vergonzosos: ellos están tomando decisiones extremas porque tristemente los mexicanos están involucrados en cuestiones muy vergonzosas… Son los mexicanos los que tienen mala fama”, dijo en aquella ocasión Aguirre Borrego, quien vivió algún tiempo en EU.



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domingo, 12 de noviembre de 2017

El Día de Muertos: recuerdo y ternura hasta la sepultura

"La Catrina". José Guadalupe Posada

“Los Zamora no tenemos suerte con la vida: apenas llegamos y ya nos estamos yendo”, me dijo un día mi padre, y yo tomé prestado ese verso para incluirlo en el libro El olor de los abuelos, que recoge las raíces de una familia que no sé si proviene de un mozárabe o de un mudéjar, pues mi pigmento es un mapa que se desgarra en las espinas fantasmales de los siglos.

No sé cuánto tiempo vivió en España la vieja gente de mi antigua gente: no sé de dónde vino, dónde llegó, en qué peñasco encalló la barca fenicia de los sueños, qué canícula padeció en los desiertos de Almería arados inútilmente por visigodos y bizantinos.

No sé en qué cuesta de la historia fueron enterrados mis ancestros, bajo qué higuera se volvieron polvo y ceniza, sobre qué aguas flotaron sus recuerdos hasta pudrirse enlamados en la orilla cenagosa del olvido.

No sé qué ríos navegaron, qué mares cruzaron en las carabelas amarillas de un marino extraviado detrás de una ruta mitológica que lo llevaría a las luces misteriosas de la Cruz del Sur...

No sé qué montañas conquistó mi apellido inmemorial para llegar flotando como madera podrida —elemental  y cósmica, mitológica y sencilla— a la arena cobriza de un extraño continente que dio vida a la raíz vegetal de mi otra mitad y que trepó como enredadera por los años hasta este minuto eterno que habito abrazado al recuerdo de la muerte.

Mi padre sabía mucho de esa poca suerte: a los 12 años se vio huérfano de padre y madre allá, en La Palma, Michoacán, un pueblo de pescadores que flota a la orilla del Lago de Chapala, y a los 14 ya estaba en Arizona buscando cómo ganarse la vida y cómo sostener a sus hermanas mayores, según la tradición.

Vivió oculto muchos años en la oscuridad para que la autoridades migratorias no lo detuvieran. A veces tuvo suerte, a veces no. Y cuantas veces lo atraparon y literalmente lo aventaron al sur de la frontera, tantas otras regresó a los Estados Unidos… excepto la última vez, que ya cansado se quedó en Hermosillo, Sonora, donde conoció a mi madre, y donde nacimos seis hijos que aprendimos a mezclar las tradiciones y costumbres de un michoacano melancólico y una sonorense locuaz.  

Mi padre se fue de este mundo hace casi cinco años. Mi madre lo siguió hace poco más de tres meses. Hoy ambos habitan el territorio de la memoria, y son el tema central de las charlas entre hermanos, que no dejamos de recordarlos como seres humanos, con sus aciertos y defectos, aún en esa ausencia dolorosa y en ese hueco calcinante que nos dejó su muerte en el pecho, justo donde dicen que palpita el corazón.

Y es que así somos los Zamora. No tenemos suerte con la vida: apenas llegamos y ya nos estamos yendo, pero hemos aprendido a apreciar las cenizas del recuerdo porque, acaso porque sabemos que nadie se muere tanto:

He visto los ojos de la muerte
en el fondo del espejo:
observan con cuidado mis movimientos,
saben de la amargura que envenena mi sangre
y esperan con paciencia el filo de la noche
que cortará de un tajo silencioso mis venas.

La muerte sabe todo de mí como yo mismo:
conoce mis temores,
la angustia que enciende las hogueras antes de la madrugada,
el tic nervioso que hace temblar mis labios
cuando la mentira ya no puede sostenerse,
el sonido de campanas lúgubres que ablanda mis huesos
y el roce de los dedos de un náufrago sin nombre
que busca tomarme de los tobillos
para llevarme al fondo oscuro de los misterios
y perderme para siempre en las laberintos del olvido.

La muerte sabe el día, la  hora y el lugar
en que me convertiré en polvo de un espectro:
me lo han dicho sus ojos en el fondo del espejo…

viernes, 22 de septiembre de 2017

Oficialmente el otoño llegó a Hermosillo...


Otoño. Allegro. Antonio Vivaldi.

Con el equinoccio de otoño concluye el verano en Hermosillo este viernes, a las 13:00 horas, informó Gilberto Lagarda Vázquez.

El especialista técnico en Meteorología de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), declaró que debido a este cambio, hoy el día durará igual que la noche.

Mencionó que más que una fecha meteorológica, es una más astronómica por lo que representa en cuanto al equilibrio que hay entre el día y la noche, así como el cruce del sol sobre el ecuador celeste que permite esta situación.

Sobre las condiciones del estado del tiempo en Hermosillo durante el otoño, indicó que a partir del viernes los cambios en la temperatura serán paulatinos, ya que habrá días calurosos.

“Ya hemos estado viendo que han ido bajando ligeramente las temperaturas en el transcurso de septiembre, esas condiciones van a seguir, especialmente iniciando octubre”, expuso.

El funcionario agregó que las condiciones que se están registrando en estas fechas son normales para la capital sonorense.

Resaltó que incluso en los datos históricos de la dependencia hay reporte de temperaturas de más 40 grados Celsius (°C) en octubre.

El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) dependiente de la Conagua dio a conocer que para entre hoy y el domingo las temperaturas máximas en Hermosillo oscilarán entre los 33°C y los 36°C, mientras que las mínimas podrían rondar los 18°C, con cielo soleado, sin probabilidades de lluvia y humedad de hasta 24% en la ciudad.


(https://www.elsoldehermosillo.com.mx/hermosillo/inicia-el-otono-y-bajan-las-temperaturas-en-hermosillo)

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Con los atentos saludos desde Taxqueña...




Nayeli Martínez duerme en una casa de campaña desde el martes. Su edificio, el 4 A, no se cayó, pero presentó daños tras el movimiento. Ella vivió un lustro atrás en el 1 C, donde ahora hay cuerpos y personas atrapadas, y se sorprendió con lo que pasó.

La joven alcanzó a dejar el 4 A para ser testigo, en tiempo real, de la catástrofe. “El edificio duró 5 segundos. Se derrumbó, no hubo oportunidad de que saliera nadie’’, dijo.

La madrugada de este 22 de septiembre pasó entre el frío y la lluvia, pues no puede ingresar a su domicilio, pero tampoco puede irse. “Tenemos que estar al pendiente de nuestras cosas. Hay mucho ratero, hay mucha gente abusiva’’, aseguró.

Martínez mandó un mensaje, también, a los políticos:

“No sean mierdas. Yo sé que en todos los lugares ha habido desgracias. Pero, ¿dónde están todos esos pinches güeyes que quieren tu voto? ¡Vengan a acarrear cascajo, a partirse la madre!’’.

Nayeli caminó cerca de los escombros segundos después de la tragedia. Ahí, a un costado de una avenida importante en la Ciudad de México, la gente empezó a llegar a mover piedras. Entre ellos estaba Ernesto.

Acababa de pasar el aniversario

Ernesto, de 71 años, habló para este texto con una guayaba en la mano. Se la dieron los voluntarios y aún no pretendía comérsela. Él vive en una casa que comparte territorio con el multifamiliar. Escuchó el golpe, vio polvo y quiso ayudar.

“Me agarró en la cocina. Mi hermana andaba ya abajo, y le pregunté: ‘¿Qué pasó?’. Le informaron de la caída. Su vivienda aguantó.

“En un principio sí estuve ayudando ahí, un poquito. Ya había gente arriba’’, contó. Luego, en la noche, ya no lo dejaron pasar. No tenía casco ni herramienta. Ahora ronda entre el caos, esperando que terminen las labores (para bien).

El hombre conocía a sus vecinos del 1 C. “Compartió’’ con ellos los aniversarios de la unidad, los cuales se “festejan’’ cada septiembre. Y se apunta entre comillas porque la celebración era sin celebración. Espera de noche en una banca, la que está frente al refugio del cansancio de Julia, maestra de universidad que lo perdió todo.

Era una licuadora

“¿Te cuento esos momentos? Fue el Apocalipsis. No hubo manera de prevenirse. Se soltó con todas sus fuerzas. Cuando yo alcancé a correr 10 metros para llegar a la puerta, fue imposible salir. Era estar adentro de una licuadora. El ruido. Todas las cosas de adentro empezaron a volar, todo, todo […]. Te aturdía’’, contó Julia, quien estaba en la torre vecina de la que se cayó en el conjunto urbano, a un costado de Calzada de Tlalpan.

“Cuando el edificio se desplomó, fue como si hubieras metido hielo a una licuadora. Fue, de verdad, impresionante’’, narró Julia. Al abandonar el edificio, una cortina de polvo dejó ciega a la mujer. No pudo ver nada ni a nadie en los primeros instantes. “Parecía que me habían echado un costal de arena’’, dijo.

Con ella viven su hija y su esposo, pero ellos estaban en la escuela y trabajo. Tuvo que salir por su propio pie y pasar a centímetros de personas atrapadas, sus vecinos. “En ese momento no piensas. Los vecinos estaban callados. Nadie daba crédito a lo que había pasado’’, lamentó.

Desde ese instante esperó en un banco ubicado al otro lado de la avenida. Aguardó a su esposo, quien venía caminando desde Barranca del Muerto, en la delegación Álvaro Obregón, y a su hija.

La entrevistada no aguantó las lágrimas cuando recuerda que mucha gente se quedó sin casa y ahora pasa las noches en los albergues, o bajo la lluvia.

– ¿Qué les dicen las autoridades?

– Hay versiones encontradas. Hay los que dicen que se tienen que demoler los edificios, hay los que dicen que sí tiene solución. No tenemos un peritaje serio hasta ahorita.

Julia sintió el temblor ahí mismo. Gabriela, su vecina, también lo percibió, pero a la distancia, en su oficina.

Gaby se queda

Gabriela salió a trabajar el martes. Pasó por la unidad habitacional y la vio intacta por última vez. La mujer conocía a “casi todos’’ los del 1 C. Al volver a casa, ya sin sol, halló tristeza y esperanza, dijo ella.

Gaby’ ahora deambula por la zona. Café en mano y suéter para el frío. No quiere irse, siente que debe aguardar, pues no estuvo presente durante el sismo de 7.1 grados que golpeó a México.

“Quieren hacer demolición, pero los edificios (señaló a los de la orilla) están en perfectas condiciones. El Gobierno miente, miente terriblemente, hay muchos muertos’’, apuntó.

A los días los tacha de “agotadores’’. Y es que hay que “aguantar porque hay lluvia, aguantar porque hay calor, porque hay gente todavía debajo de los escombros. Hay que aguantar porque los vamos a sacar. Y no vamos a permitir que el Gobierno derrumbe nada. Tal vez ellos tienen mucho dinero y no se dan cuenta, pero somos trabajadores de corazón, somos mexicanos. Sólo diré que hay más mexicanos buenos que malos’’, terminó.

Rubí y su mensaje

Rubí Valencia sí vivía en el 1C, ahora derrumbado, pero no estaba adentro. Se salvó. Ahora duerme en casa de su hermana, pero vigila la zona, pues, aseguró, la rapiña comenzó.

“Han robado cosas, documentos, objetos de nuestro edificio colapsado. Y no sé en qué momento lo hacen. No nos dejan pasar, pero es importante que se sepa’’, denunció.

“Es lamentable, no se debe de permitir. A nosotros como vecinos, como damnificados, no nos dejan acercarnos, obviamente por el peligro, pero ¿por qué sí a los que se llevan las cosas? Finalmente yo no sé si las autoridades nos vayan a apoyar económicamente, con un espacio para habitar, no sé. El Delegado [Valentín Maldonado] no se ha acercado, parece que mandó gente, pero él no’’, concluyó.

Las estrellas de Taxqueña

Y llegó la tercera noche al multifamiliar, y la tercera madrugada. Y los edificios siguieron igual. Castillos de naipes, frágiles. Y llegaron las estrellas, pero las nubes y su lluvia impidieron verlas. Y Coyoacán durmió vulnerable, pero no devastada. La gente siguió ofreciendo tortas, guisados, cafés y hasta masajes para evitar la tensión.

Y llegaron las estrellas de la tercera noche. Y los vecinos de Taxqueña durmieron bajo estas. Expuestos. Pendientes de cifras inexactas.



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jueves, 21 de septiembre de 2017

Gracias...



A toda la gente chingona que colabora siempre...

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sábado, 9 de septiembre de 2017

Fuerza, México...



(Video tomado de @PCardinalSur)


Un hombre se convirtió en héroe anónimo en las redes sociales por rescatar una bandera de México de las ruinas del Palacio Municipal de Juchitán, en Oaxaca, luego del terremoto que sacudió al centro y sureste del país el jueves por la noche.

Mientras otras personas buscaban de entre los escombros algunos objetos, el hombre sólo tomó la bandera —que salió sin daño alguno del sismo de 8.2 grados, el de mayor magnitud en los últimos 100 años.

Después de rescatar la bandera, el hombre la coloca en lo alto de las ruinas del edificio.

El municipio de Juchitán fue uno de los más afectados luego del terremoto del jueves por la noche: murieron al menos 17 personas.

(Sinembargo.com)

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viernes, 8 de septiembre de 2017

Un día para barrer la basuridad…





Hoy es viernes, y según las celebraciones que marca el calendario del Más Antiguo Galván, los viernes son días para el amor. “Por favor”, diría la Cecy sentada en una roca frente al mar, en el último peñasco de la bahía de Guaymas y corriendo el peligro de que una gaviota pase sobre ella y desaloje sus emplumados intestinos sobre ella. Y cómo no, si con tanto basurero que nos echan todos los días tirios y troyanos, pues acá quedamos sumidos en el peor cochinero que pudiera haber. Y nadie se salva, nadie.

Pero para quienes queremos al menos respirar un poquito de algo que no sea lo que nuestro recordado, querido y difunto amigo Toño Villa definía con un sustantivo tan de él que se volvió un neologismo que los políticos ignoran poéticamente y se lo pasan por su aliancístico arco del triunfo: “Basuridad”, decía el Villa, y hasta le escribió un soneto a la palabra; para nosotros, decía, que queremos respirar bonito cuando menos los viernes, están esos seres extraños que nombramos con la simple palabra de soñadores. Ellos, como dice Hitch, especialista en citas, defienden que “La vida no es la cantidad de veces que respiras, sino la cantidad de veces que una pasión te sofoca”. Y alégale al ampayer, mi güen.

No sé tú, pero yo tengo un amigo que jura y perjura que todos los días se enamora, llueva, truene o haga un calor de la tzingada. Pues tendrá corazón de corral ganadero, pienso. Yo no doy para tanto: yo nomás me enamoro cada era geológica o cada vez que el cometa Kohoutek cruza por los cielos terráqueos, y que bajita la mano sucede una vez cada periodo que oscila entre 9,000 y 16,000 años; o sea… ya voy a estar como muy viejito…

Leí el otro día a Nadym y también pienso como ella: No soy valiente, lo sé, pero también sé que amo. Hoy me levanté temblando, no he dormido nada y las ojeras me llegan casi hasta los pies. Te he visto una y otra vez en mis sueños, te he sentido en mi interior, en mi cama y en cada rincón de mi cuerpo. Necesito saber que la vida al otro lado de la realidad aún se encuentra viva, que las cálidas manos que me invadían tienen la misma pureza que soñé, la misma lujuria y la misma calma.

Hoy como muchos días he vuelto a llorar, y dicen por ahí que las lágrimas son sanas, pero las lágrimas de sangre y de sueños truncados, de vidas cortadas y personas perdidas, no lo son. Solamente se puede afirmar a veces que somos unos inútiles por no luchar por un sueño, aunque nunca es tarde y mi bandera siempre estará en pie de guerra: No vengas un día, cuando pasen los años, a contarme que quieres quedarte, que tomas de nuevo mi mano... porque entonces será tarde. Hazlo ya y con fuerza, con ganas de poner un pie tras otro para hacer el camino. Hazlo con la ilusión de un niño cuando por casualidad le toca la bolsa más grande de golosinas en una fiesta de cumpleaños. Hazlo. Dice ella, que también se enamora todos los días.

Pero yo prefiero los viernes para escuchar cierta música y beber cierto café y pronunciar ciertas palabras para que la amargura de los demás no se sume a la que ya traigo de antiguo. Para mí no es sano perderse en los laberintos de la política barata los viernes. Nada de eso. Para eso están los martes, que es el día dedicado al dios de la guerra y de la agricultura. Pero los viernes son la antesala de la magia y la maravilla. Del amor también, aunque se escuche cursi y simplón. Pero entre el clavel y la rosa, su majestad escoja. A ver…

El viernes es un día para decir así, como si estuviera lloviznando lentamente y el invierno se estuviera despidiendo con un olor a azares:
Este viernes no quise asirme a tus algas verdosas que alimentan mis deseos abisales, no quise hendir tu mirada y embriagarme de los mariscos tiernos que atesoras para mis labios resecos de soledad, no quise hundir mis veleros fantasmas en la gruta más profunda del oceano que toma tu volumen: quise dejarte pasar por cada instante de la oscuridad y verte flotar a la deriva en mis sueños amarillos, al pairo junto a mi muelle erecto que enarbola el paño grisáceo de los náufragos condenados al olvido cada noche de febrero...

Este viernes no quise izar los jirones de esperanza que se asolean junto a mis vestidos raídos por el sol inclemente de este invierno que se va, no quise arañar tu piel y hurgar tus oquedades con esta lengua salada y partida y azotada por la brisa marina de la tristeza, no quise echarme al agua de tus muslos blanquecinos, al parduzco lumen de tus senos rocosos por la ausencia: quise, sí, dejarte ir hacia el túnel de los sueños para guardarte en la concha de la ostra de mi alma y volverte perla, nácar polvoso que alimenta mis manos y mis espasmos en el silencio horadado por la ternura magnífica de la bestia de mis entrañas...
Este viernes no quise nadar a tu alrededor como merlín mágico, no quise juguetear con tus palabras amarillas como delfín en horfandad, como unicornio astado y salitroso: quise arrojarme a la peña oscura de la nostalgia para ver flotar tu cuerpo limpio y cadencioso en las aguas de la floración de los deseos, y oler la fragancia de tu sombra secreta que humedece de cuando en cuando estos labios agrietados por la espuma salada de la desesperanza, por la dolorosa llaga de la soledad que se llena de podredumbre justo debajo de la piedra maloliente que tengo por corazón...

Este viernes no quise tomarte en la arena suave de la melancolía, no quise salir de este oceano que resblancede mis órganos secretos como frutos caídos del árbol de la más furibunda pasión, no quise despojarme de las vendas de nostalgia que momifican mi cuerpo amoratado por las horas más largas de la oscuridad: quise simplemente asirme de las salientes de la vida y brotar como engendro primicio de la especie, de la cavidad uterina de la ternura, ser expulsado a la amargura y berrear el chillido agónico de la desesperanza...

Este viernes no quise ser en ti un náufrago salvado del olvido: este viernes simplemente quise irme boca abajo a lo profundo del mediodía con los ojos cerrados, porque siempre que cierro los ojos pienso en ti: te veo en el fondo oscuro de la agonía solitaria recortando los bordes amarillos de la angustia con tu sonrisa cansada, con tus labios enrojecidos por la fatiga de ser mujer, por el transcurrir por las calles indefensa, temerosa, oteando cada rincón como gacela asustada junto a la desesperanza...

Y es que siempre que cierro los ojos brotas de la oscuridad como agua blanquecina, lechosa, refulgente entre los párpados de un viernes cualquiera, y te instalas lentamente en el centro del silencio, y una a una deshojas tus prendas que caen a la nada como cáscaras suaves de cebolla blanca: te miro ir venir por la nostalgia, recoger los restos de mi rostro entre tus manos suaves; te observo desde el otro lado de la soledad, en este cuerpo animal y absurdo que porto, que siempre he soportado, y me duele que estés ahí, justo en la otra orilla del recuerdo, en las horas de un viernes lento en el que te pienso bajo la lluvia celeste del universo, bajo todas las estrellas sin nombre que le dan forma a tu silueta luminosa que brota de entre millones de estrellas… ¡Dios!: si supieras cuánto y cómo pienso en ti, vivirías horrorizada por la felicidad en cualquier rincón del viernes.

Hoy es viernes, un viernes eterno. Un viernes para el amor, para decir que siempre que cierro los ojos pienso en ti, quienquiera que seas: tú, la que llegas del otro lado de la ausencia y te paras en el centro de este pecho que no alcanza a respirar porque todo lo llenas, lo oxigenas con tu simple estar ahí, mirando con curiosidad las vísceras oscuras que palpitan en las entrañas corroídas por la amargura, órganos inverosímiles que segregan fluidos y ácidos pépticos que destrozan con su lengua amarilla la poca paz del sólo estar…

Este viernes te observo en silencio, lejos de toda esa basuridad, con mis antiguos dolores grises mientras te instalas en la mitad del día, porque apenas así, en viernes como hoy, la vida adquiere sentido...

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